1. Sorprendiendo a mi sumiso con un transexual (2)


    Fecha: 29/07/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: DominAma, Fuente: TodoRelatos

    Conviene leer la primera parte del relato para contextualizar.
    
    Puedes encontrarlo aquí: https://www.todorelatos.com/relato/206353/
    
    Bajé las escaleras sin prisas, mientras tú me seguías a cuatro patas y con el plug insertado en tu culo. Llevabas el collar rojo bien apretado a tu cuello para que no se te olvidara ni por un segundo que me pertenecías… y caminabas con la correa atada a mi muñeca, completamente desnudo. Yo llevaba un vestido rojo ajustado, unas botas de látex por encima de las rodillas con tacón de 10cm y tú mismo habías elegido mi ropa interior, que consistía en un tanga también rojo, con un sujetador de encaje del mismo color. Olía bien, tenía el pelo mojado. Estaba excitada y tenía ganas de humillarte.
    
    Me coloqué delante de la puerta e inmediatamente agachaste la cabeza y colocaste tu frente en la punta de mis botas, con tu culo en alto (ofrecido), como me gustaba que estuvieras siempre, mostrando tu sumisión y entrega a mí y a quién cruzara la puerta en ese momento. Te miré desde mi posición y sonreí. Me mordí los labios a riesgo de dejar una marca de carmín rojo en mis dientes. Respiré hondo para contener mi excitación y abrí la puerta.
    
    “Buenas tardes, Carmen. ¿Cómo estás? Encantada de conocerte. Soy Laila y éste que ves en el suelo a mis pies es mi sumiso Pedro. Cariño, sin levantar la cabeza de tu sitio, preséntate adecuadamente, por favor”.
    
    “Sí, Ama. Como desees. Buenas tardes, Carmen. Soy la puta de Laila, y estoy a tu disposición para lo que Ella desee hacer conmigo”
    
    Inmediatamente miré a Carmen/Paco y me llevé las manos a los labios. La noche anterior habíamos acordado que apenas hablara para no desvelar su -todavía masculina- voz y que siguieras pensando que era una mujer. Carmen se rió ahogadamente para mantener su identidad a salvo y cruzó la puerta. Yo no me moví, y tú tampoco moviste tu frente de la punta de mis botas. Miré a Carmen y señalé una máscara que había dejado encima del aparador de la entrada. Vestida con unas botas negras de tacón, una falta verde y una camisa de vuelo de color negro, Carmen me acercó la máscara de cuero. Tenía cremalleras en los ojos, y solíamos usarla cuando quería privar tus sentidos. Era perfecta, porque también tenía una cremallera en la boca. Te coloqué la máscara mientras apenas despegabas la frente de mis botas, y cuando estuvo perfectamente apretada y las cremalleras de los ojos cerradas, te dije que caminaras a cuatro patas con tu hombro siempre pegado a mi pierna. Habíamos entrenado horas esa posición. Un poco por detrás de mí y con tu cabeza rozando mi pierna. Incluso sin poder ver.
    
    Llegamos al salón y le ofrecí a Carmen/Paco una copa de vino. En ese momento eché de menos que pudieras estar operativo para que nos sirvieras, pero no quería destapar la sorpresa tan pronto, así que tiré fuerte de la correa y cuando instintivamente llevaste tu cabeza hacia arriba en dirección a mi mano, te dije:
    
    “Zorra. Te quedas aquí a los pies de Carmen. Voy a bajar a la ...
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