1. Madre e hija, de tal astilla, tal palo


    Fecha: 24/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Schuko, Fuente: TodoRelatos

    ... tendiendo la mano y apretando con fuerza su gordezuela y sudorosa mano.
    
    Sellado el pacto de caballeros, tan solo me quedaba esperar la visita de la choni tetuda de Eugenia.
    
    2.
    
    El viernes, Eugenia apareció con puntualidad prusiana. Yo, bien duchadito y con los huevos afeitados, me había vestido para la ocasión, con una bata ligera, que estrenaba ese día y nada debajo.
    
    Al abrir la puerta me la encontré sonriente, con un sobre marrón en la mano, la pasta de su viejo, supuse, mascando un chicle de menta y espectacularmente vestida. Llevaba una camiseta de tirantes azul eléctrico muy ajustada que indicaba a las claras que no llevaba sujetador. Sus pezones se marcaban perfectamente. Las tetazas aparecían erguidas y apetecibles. Un trabajo excelente del cirujano, está claro. Y más, cuando comprobé posteriormente que no se notaban en absoluto las cicatrices de los pezones. Muy maquillada, con los labios muy rojos e incitantes, llevaba unos legins blancos ajustadísimos en los que se le marcaba el coñazo y que se transparentaban para mostrar un tanguita negro que estaba claro que la guarrilla quería que se viera. Unas Adidas blancas de plataforma completaban el atuendo.
    
    La miré asombrado y no pude disimular una sonrisa de satisfacción.
    
    —Hola, señor Paco, vengo de parte de mi padre a traerle este sobre.
    
    —¡Ah, claro, vaya sorpresa! —disimulé, mientras me acercaba tanteando para ver si aceptaba un besito.
    
    Y tanto que aceptó. Dos besitos babosos en las mejillas, ¡qué bien olía la cabrona!, que aproveché (y ella también, estoy seguro) para arrimarme a sus tetas y notar su firmeza. Mi polla empezó a despertar.
    
    —Pero, no te quedes ahí, pasa, pasa, Eugenia. Cuánto me alegra verte.
    
    «¡Y a mi rabo más!», pensé.
    
    La invité a pasar con un gesto y la seguí para tener una perfecta panorámica de su culo y de aquel tanga que se transparentaba y se perdía entre sus poderosas nalgas.
    
    —Deja el sobre en la mesa y siéntate, por favor —le indiqué el sofá.
    
    Ella no pareció en absoluto sorprendida de que la visita, que teóricamente era tan solo para entregar la pasta fuera a prolongarse algo más.
    
    —Claro, señor Paco.
    
    Dejó el sobre y se sentó con las piernas cruzadas y los brazos sobre el cabecero de sofá, con las tetas apuntando al frente, desafiando la gravedad. Se me quitaron las tonterías y la bata empezó a adoptar la forma de una tienda de campaña. Una tienda todavía bajita, pero por poco tiempo, me daba la sensación.
    
    Ella, segura de sí misma, mascaba el chicle y parecía que también me estaba calibrando.
    
    —¿Qué, no me invitas a tomar nada? —la pregunta de Eugenia, sin el consabido señor Paco, me descolocó un poco. Parece que la niñata quería tomar el mando. Vaya, vaya.
    
    —Claro, Eugenia, por supuesto. ¿Qué quieres tomar?
    
    —¿Tienes tónica?
    
    —Sí, claro. ¿Quieres un gin-tonic?
    
    —No, no, solo tónica. No me gusta beber alcohol antes de follar.
    
    Me quedé ojiplático. La cara de imbécil debió ser bastante evidente, porque Eugenia ...
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