1. Madre e hija, de tal astilla, tal palo


    Fecha: 24/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Schuko, Fuente: TodoRelatos

    ... el nuevo propietario del local, en lugar de mi difunto tío don Torcuato. Me atendió un señor que respondía al nombre de Marcial y, muy amablemente, me propuso visitar el establecimiento. Me invitaba a comer para conocerme y de paso, enseñarme el negocio. Como es lógico acepté. Claro que sin contarle mi intención de subirle el alquiler un buen porcentaje. Primero quería ver de primera mano qué tal era la familia que llevaba el negocio.
    
    A pesar de que, como de costumbre, el restaurante estaba hasta los topes de gente, me alegró ver que habían reservado una mesa, una de las mejores, con vistas a la terraza y al parque de la calle de enfrente, en la que un simpático camarero me acomodó, antes de llamar al dueño. Es curioso, no debía saber que, en el fondo, el dueño era yo.
    
    Luego supe que el núcleo del negocio lo llevaban Marcial, un tipo de 55 años, rechoncho alopécico y algo servil, camarero de toda la vida, que ejercía de jefe y director, su mujer, Dolores, que frisaba los 50 y se encargaba de la cocina y su hija, Eugenia, con 22 añitos recién cumplidos, que llevaba la caja y atendía la barra y algunas mesas. Completaban el staff tres camareros que no eran de la familia y, por lo que supe, bastante inestables. El sueldo que les pagaba Marcial no era para tirar cohetes y salían corriendo a la menor oportunidad de mejora.
    
    El restaurante iba bien, pero no tanto como se podría esperar. Los productos eran de calidad y caros y esa honestidad comercial repercutía en menores beneficios. En fin, que el tipo no racaneaba con los clientes, pero sí en el sueldo de los camareros. Al final: «las gallinas que entran por las que salen», como diría Mota.
    
    Marcial me pareció un buen tipo, gordito, pero ágil, y con bastante verborrea. Me pareció algo pesado y pelotillero. Como soy de pocas palabras no le di mucha bola, aunque atendí sus explicaciones educadamente. Disfruté algo más cuando me presentó al resto de su familia. Primero llamó a su hijita, Eugenia, en la que no me había fijado porque estaba detrás de la barra, pero que me puso el bastón alerta en cuanto la vi acercarse. Era una choni de manual. Vestía una minifalda ajustada que apenas pasaba del muslo y dejaba ver, en cuanto se giró, un culazo estupendo y preparado para ser perforado a la menor ocasión. Unas medias negras de rejilla en sus piernas torneadas y firmes, unas bambas blancas con detalles fluorescentes completaban su atuendo en lo que a los cuartos traseros se refiere. Las tetas, eran espectaculares, muy grandes y perfectas, posteriormente confirmé que eran operadas, pero eso sí: una excelente inversión. Llevaba una camiseta de tirantes ajustada de Mickey Mouse y sus pezones se marcaban a la perfección bajo la tela. Con aquellas domingas recauchutadas y su edad, no necesitaba usar sujetador. El pelo moreno lo llevaba recogido en una coleta. Lucía, además, un piercing de corazoncito en la nariz y unos cuantos tatuajes bastante horteras en los brazos. Eran la punta de iceberg, más tarde ...
«1234...17»