1. Madre e hija, de tal astilla, tal palo


    Fecha: 24/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Schuko, Fuente: TodoRelatos

    ... la invitación, qué menos, pero eso no evito que, después, tomando un chupito con Marcial al que invité (total, pagaba él), le soltase que le pensaba subir el alquiler un cuarenta por ciento «Ya se sabe, por la inflación y esas cosas». El pobre hombre se quedó patidifuso, sin palabras. Aunque no tardó en recomponerse y recuperar su locuacidad habitual. Empezó a contarme cuentos chinos de que en realidad la cosa no iba tan bien como parecía, que el margen era menor de lo que pensaba, que no ganaban tanto, que estaba el sueldo de los camareros, que si pitos y que si flautas. Le escuché atentamente y le hice una contraoferta. Le ofrecía una subida menor del alquiler, un veinte por ciento, pero tenía que ser en negro. Sin declarar. El tipo, más pesado que un plomo, volvió a recuperar el argumentario anterior y empezó otra vez con lo mismo. Dejé que se explayase y le hice la última oferta:
    
    —Mira, Marcial, he comido muy bien y me gustas. Me parece que tiene una familia entrañable y que no se merecen acabar en la calle y en el paro. De modo que te voy a hacer una oferta definitiva. O la tomas o tenéis un mes para daros el piro del local —aquí me puse duro y Marcial lo notó. Se había terminado el buen rollo—. Te voy a subir el cinco por ciento de la recaudación de la caja. No es mucho —Marcial suspiró aliviado, a fin de cuentas era una cantidad perfectamente asumible—. Pero quiero que me lo des al contado, semanalmente. ¿Lo has entendido?
    
    —Sí, sí, señor Paco, como usted diga— me hacía sentir poderoso que me llamase señor Paco y me hablase de usted un tipo que podría ser mi padre.
    
    —Bien, así me gusta.
    
    —¿Vendrá cada semana a cobrar, señor Paco?
    
    —No, no me conviene que me vean mucho por aquí. Así que cada viernes por la tarde me mandas a tu hija, necesito que sea una persona de confianza…
    
    —Si quiere, puedo ir yo mismo, no me importa.
    
    —No, no, no, para nada —le corté. Solo faltaba tener al pelmazo éste en casa todos los viernes—. Manda a tú hija, que parece espabilada. Con el dinero y las cuentas de la semana para comprobarlo. ¿Te ha quedado claro?
    
    —Sí, señor Paco, pero, insisto, no sé si querrá ir. Si no, puedo ir yo.
    
    —¡A ver si me entiendes! ¡Que venga ella, joder! —No quería gritar, pero el tío me ponía de los nervios. Estaba seguro, además, de que la niña no iba a poner ninguna pega. Sobre todo después de cómo me había mirado, con esa mirada de guarra. Pero esto no se lo podía decir al padre, claro.
    
    —Vale, vale, se lo diré, señor Paco —medio asustado se levantó para irse—. ¿Necesita alguna cosa más?
    
    —No, no, gracias Marcial, he comido muy bien. Te mando mi dirección con un Whatsapp y se la pasas a Eugenia. Mándame su número también para tenerlo, por si se retrasa, darle un toque y eso…
    
    —No, no se retrasará, señor Paco. Pero ahora mismo se lo mando.
    
    —Perfecto, muchas gracias por todo.
    
    —Muchas gracias a usted, señor Paco. Ya sabe, puede venir cuando quiera, esta es su casa.
    
    —Claro, claro— cerré la conversación ...
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