1. Madre e hija, de tal astilla, tal palo


    Fecha: 24/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Schuko, Fuente: TodoRelatos

    ... descubriría algunos más. Muy maquillada, con una sonrisa de oreja a oreja y exudando seguridad en sí misma, mostraba unos labios de chupapollas de primer nivel.
    
    Como es lógico, del mismo modo que ni se me ocurrió levantarme para dar la mano a su padre cuando se acercó a mi mesa, al llegar Eugenia me alcé inmediatamente y le di un par de besos con achuchón incluido para notar la firmeza de su pecho. Excelente, he de decir. Ella se dio cuenta de la maniobra, pero no pareció importarle ni se incomodó lo más mínimo.
    
    Tras la presentación, retornó tras la barra con mi mirada clavada en su culazo. El padre, mientras tanto, había ido a la cocina a buscar a Dolores, su mujer, que era la encargada de elaborar los sabrosos platos que eran el emblema del local.
    
    Un minuto después apareció la buena mujer secándose las manos con un trapo. Algo más baja que su marido, tan guapa como la hija pero rondando la cincuentena. Quien tuvo, retuvo, está claro. De formas más redondeadas, iba vestida con una bata cómoda para trabajar en la cocina y llevaba un buff en la cabeza por lo mismo, supongo. Dolores parecía más tímida que su hija, pero también tenía una sonrisa encantadora, con la salvedad de que era aparentemente más sincera que la de Eugenia. La mujer, algo azorada, roja como un tomate, no sé si por el esfuerzo en la cocina o por vergüenza, avanzaba un pasito por detrás de su marido casi sin atreverse a mirarme. Eso me permitió evaluarla. Las tetas enormes, más grandes que las de la hija, pero naturales, algo caídas, un culo panadero bastante hermoso que seguramente tenía trazas de celulitis bajo la bata, algo que me ponía bastante cachondo, siempre que no fuese exagerado. Un culete, además, con toda seguridad virgen, como después confirmaría y eso siempre mola. También tenía un polvete, un polvete más morboso y atractivo que la hija. Follarse a una jaca así nunca es una tarea fácil, pero ¿a quién no le motivan los retos?
    
    Al llegar junto a la mesa imité la maniobra realizada previamente con Eugenia y le pegué un buen achuchón para calibrarla. Como ya he dicho, soy un pelín retorcido e intenté, disimuladamente pegarle un poco el nardo, morcillón, a pesar de la presencia del incordio del marido, y bajar las manos para palparle el trasero blandengue, así como sin querer. Fue un éxito. Ella, aturdida, ni se enteró de la maniobra, o lo disimuló muy bien, y a mí me sirvió para valorarla en su justa medida. Si la hija era un nueve, la madre era un ocho, aunque si de morbo hablamos, los porcentajes cambiaban, un diez para la madre y un ocho para la hija. En fin, tan solo estaba fantaseando… Todavía.
    
    Después de comer, al ir a abonar la cuenta, Marcial, como es lógico, me dijo que de eso nada, que estaba invitado, como siempre que quisiera ir a comer allí. Añadió además que mi tío Torcuato acudía a comer casi cada día (y seguro que el meapilas solo iba por la comida, no como yo que solo pensaba en aquellas dos guarrillas a las que me gustaría follar). Acepté ...
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