1. Madre e hija, de tal astilla, tal palo


    Fecha: 24/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Schuko, Fuente: TodoRelatos

    ... entonces un periodo de descubrimiento mutuo en el que nos divertimos mucho. Pero, personalmente, soy un culo de mal asiento y como siempre estoy ansioso de nuevos retos, la desafíe a ponerme a su madre en bandeja. No sé por qué pensé por un momento que Eugenia se iba a escandalizar por mi propuesta. Nada más lejos de la realidad, la chica, lejos de asombrarse, se sumó entusiasmada a mi idea. Le pareció una estupenda forma de divertirse y, de paso, sacar a su madre de aquella vida tediosa y aburrida a la que estaba condenada. Todo desde el punto de vista de la hija, claro.
    
    Aquella jamona madura me ponía muy cachondo aunque, dada la pinta de modosita que tenía, la consideraba inalcanzable. Difícilmente iba a ser tan puta como su hija y, por lo que me había contado Eugenia, se llevaba bien con el infeliz del padre y no parece que el sexo la atrajese tanto como para poner en riesgo su matrimonio.
    
    Así que, para conseguirla, urdimos un plan Eugenia y servidor. Un plan rústico pero efectivo. Decidimos subir el arrendamiento al viejo (otra vez) bajo amenaza de desahucio inmediato si no cumplía con los pagos. Evidentemente, se negó y se puso hecho una furia. Al menos eso es lo que me contó Eugenia que hizo cuando la putilla llegó con la nota que le había entregado. A mí no se atrevía ni a chistarme. Me tenía algo de miedo.
    
    Entraba dentro de lo previsto que se negara a aceptar las nuevas condiciones, por lo que le dije a Eugenia que les transmitiera a sus padres el mensaje de que estaba dispuesto a escuchar sus súplicas en persona, pero tendrían que venir ellos. Por lo menos uno de ambos. Aproveché para citarles un viernes al mediodía, que era el día más intenso de la semana, cuando más trabajo tenían.
    
    Tal y cómo Eugenia me había dicho (ella, que era la verdadera urdidora del plan, ya los había tanteado al respecto) tras una charla familiar se acordó que Dolores, la madre, acudiera a la cita con su hija para mejorar en lo posible las condiciones del leonino contrato, mientras Marcial, en el restaurante, aguantaba el tirón de la clientela. Un buen acuerdo del matrimonio que, de paso, libraba al pobre viejo de enfrentarse conmigo. Tanto Eugenia, como Dolores, creían que un tándem femenino me ablandaría y haría que aflojara la presión sobre la familia. Estaban en lo cierto, aunque sólo Eugenia sabía en qué consistía el precio que tendrían que pagar ambas mujeres para conseguirlo.
    
    Las recibí en mi piso, vestido tan solo con un pantalón corto de deporte sin nada debajo, para que se me marcase bien el rabo y sin camiseta, ni nada. Tomando una cerveza abrí la puerta. Eugenia, vestida como de costumbre, como la choni guarrona que era, me sonrió de oreja a oreja y me beso en la mejilla, ante la sorprendida mirada de su madre por esa confianza que ella desconocía. Dolores, más recatada, con un vestido corto y ligero de verano, que se tensaba bastante por la presión de sus tetas, un canalillo espléndido, me puso a salivaripso facto. Aquella carita, ...
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