1. Daniela


    Fecha: 22/07/2019, Categorías: Confesiones Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos

    ... de que tiene un par de ligues más o menos habituales, siempre que nos vemos follamos sin parar y sólo tiene ojos —y sexo— para mí. Seguimos siendo dos buenos amigos que se aprecian y todavía se desean.
    
    La abogada de confianza de Dani es Purificación, Pura, una agradable mujer de mi misma edad, profesional acreditada y con amplia clientela en barrios populares de Madrid. Acaba de abrir un bufete en un local cercano a mi casa. Se presentó a verme una tarde a última hora tras hacerme una llamada telefónica en la que no me explicó nada, salvo que necesitaba hablar conmigo.
    
    —
    
    Daniela me ha estado hablando de ti y tras pensarlo mucho, no te oculto que la prostitución me parece algo despreciable, creo que me puedes ayudar. Estoy salida, necesitada de sexo, pero soy sicológicamente incapaz de buscar un hombre que me guste y con el que llegar a follar tras establecer algún tipo de relación sentimental, además, no valgo tampoco para el aquí te pillo aquí te mato. Ni tengo tiempo, ni ganas, ni ánimo para ello. No sé si me explico, pero necesito de ti, de tus servicios, que Dani me los ha recomendado de tal manera que me ha despertado también una gran curiosidad
    
    No digo nada, sonrío levemente y me levanto del sofá. Es verano, hace calor y yo estoy vestido con una camiseta y un pantaloncito corto, de deporte. Me los quito, rápidamente, como si me los arrancara, y quedo completamente desnudo delante de Pura, que me mira con sorpresa, dudando sobre qué hacer, respirando con fuerza, pasando la lengua por sus labios, con las manos cerradas, apretadas, no sé si con una cierta expresión de vergüenza en su agradable rostro por lo que pueda estar pensando y el subidón de excitación sexual que tiene ahora mismo.
    
    —Sí, bueno; joder, claro que me gustas, tendremos que hablar de dinero, ¿no?
    
    Sigo callado, le doy la mano para que se levante y empiezo a desabrochar el vestido camisero de mangas francesas, azul y blanco, que viste. No lleva sujetador —me lo había parecido— y las bragas azules de tejido de espuma me parecen excitantes. Le hago un gesto con la cabeza y se las quita sin dudar.
    
    Pura está buena. Alta, delgada, cabello muy negro que lleva muy corto, peinado con raya breve a un lado y apenas flequillo. Ojos muy grandes de color gris claro, expresivos, incluso turbadores, que contrastan con el tono siempre ligeramente tostado del cutis, nariz recta, boca también grande, de labios gruesos, chupones, de un tono granate oscuro. Resulta guapa, muy atractiva, con esa seguridad que emana de sus gestos elegantes, medidos, como si supiera en todo momento lo que hay que hacer.
    
    Sus redondeados hombros dan paso inmediatamente a unas tetas altas, no especialmente grandes, separadas, duras, elásticas, picudas, como si fueran dos anchas copas de champán terminadas en pezones cortos y gruesos, también de tono granate, como las areolas sin forma, casi difuminadas, que los rodean.
    
    Su estómago apenas abombado da paso a un pubis de vello negro, denso, ...
«12...171819...»