1. La venganza se sirve fría... y muerta


    Fecha: 27/10/2022, Categorías: Fetichismo Autor: El Baron Kruento, Fuente: TodoRelatos

    ... estaba desposeída de cualquier atisbo de dignidad inherente al ritual de la muerte (ropas negras, un traje de madera cara, minutos de silencio y solemnes palabras), estaba retratada como la puta despreciable que era, y así era como la quería inmortalizar. Saqué mi cámara de la mochila.
    
    La fotografié desde todos los ángulos, enfocando tanto su cara como ese coñito que había mancillado sin pudor. Era una cámara analógica, que produjo al instante las imágenes que yo esperaba ver. Las miré como quien mira un recuerdo de su novia. Con la tienda de campaña ya montada en mis pantalones, me planteé el volverla a violar. Me palpé el bulto, excitado.
    
    "No. No te arriesgues. Ya podrás volver a repetir... y tienes las fotos de recuerdo".
    
    A regañadientes, la acicalé como pude. Le limpié el esperma de la cara y la volví a meter en la cámara frigorífica. Lo hice con una sonrisa de carnicero, imaginándome que la condenaba al último círculo del Infierno, aquel donde el ángel caído es castigado por los siglos de los siglos en un lago de hielo.
    
    Revisé la habitación mil veces, intentando que todo quedara como estaba, y esperé a que terminara el turno de noche.
    
    Sus padres llegaron unas tres horas después y, aunque me reconocieron, estaban demasiado ocupados sufriendo como para reparar en tamaña coincidencia. Hablé con ellos, esgrimiendo una profesionalidad modélica y llevando a cabo los trámites como si nada hubiera pasado. En mi bolsillo, mientras me dirigía a sus abatidos padres con esa educación exquisita de los que tratamos con cuerpos, se encontraban las fotos del cadáver de su hija, con la boca cubierta de mi semilla invasora. Creo que es la primera vez que agradezco tener un pene de tamaño inferior a la media: de esa forma, no se notó mi erección.
    
    Cuando terminó mi jornada laboral y llegué a mi casa, en vez de descansar, me hice una paja de una hora en el retrete de mi baño. Pensé en las lágrimas de esa mujer que tendría que enterrar a su hija, en la justicia inadvertida que había hecho la Muerte, en el modo en que esa muñeca de carne había aceptado mis perversiones sin protestar, en cómo había roto ese tabú sin consecuencias. El que ríe el último ríe mejor. Y ese día reí como un puto demente, tanto que estoy convencido de que mis vecinos estuvieron a punto de llamar a la Policía.
    
    Y, ahora... ¿qué? Pues ahora, qué se le va a hacer, sigo siendo el mismo de siempre, enfrascado en mis vicios y consumido por mis apetencias infrahumanas. Lo he aceptado. Sé que nunca seré como los demás, y no cambiaría por nada la libertad que he sentido al descubrirlo. De vez en cuando, en las noches perezosas, paso tiempo con algún cuerpo particularmente atractivo. Siempre me llevo mi cámara por si surge la ocasión, y debo admitir que tengo una hermosa colección de fotografías en una de mis habitaciones. Sí, eso será mi perdición si me descubren o incluso si se cuelan en mi casa, pero... en fin, hay que vivir. Y, como bien sé por mi trabajo y por lógica, voy a ...
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