1. La venganza se sirve fría... y muerta


    Fecha: 27/10/2022, Categorías: Fetichismo Autor: El Baron Kruento, Fuente: TodoRelatos

    ... física. Existían, claro, barreras intelectuales. Barreras morales. Barreras culturales. Pero, cuando sentí esas prietas paredes vaginales cerrándose en torno a mi miembro, me olvidé de todo eso. En aquel momento solo existíamos ella y yo, y todas las humillaciones que me había hecho sufrir y que estaba vengando con intereses.
    
    -Piensa en cómo se sentirán tus padres...-susurré, mirándola a la cara. Habría jurado que su rostro cambiaba-. Piensa en lo mucho que llorarán por tener a una hija drogadicta. ¡Eres una...-me contuve para que nadie acudiera por culpa de mis gritos-... eres una yonqui estúpida. Imagina cómo llorarían al ver que te la meto.
    
    Seguí follándomela con un vigor que parecía inversamente proporcional a la vitalidad de mi acompañante, mirándola a las córneas con la fijación de un arquero. Me la imaginé agonizante, asfixiada. Retiré los brazos de sus piernas y coloqué la mano en su cuello, estrangulándola. Ojalá hubiera podido matarla, me dije. Ojalá hubiera podido ser yo, pensé con la polla dura como un tronco, con la fricción masajeándome el miembro. Le di con una brutalidad que estuvo a punto de hacer que la camilla se derrumbara.
    
    La corrida fue abundante y violenta, tanto que tuve que morderme los labios para que mi largo gemido no se escuchara. Me tambaleé encima de ella, me derrumbé sobre esos pechos que ya nunca podrían cumplir su función de amamantar, y saqué la lengua para sentir su regusto gélido. Le acaricié el pelo, con sus durísimos pezones acariciándome la piel.
    
    -Has fracasado como mujer y como persona.
    
    Después de esa cópula animal, me quité el condón y lo coloqué encima de su cara. Como el borracho que despierta con resaca, sentí un escalofrío al comprender la magnitud de lo que había hecho. Miré al cuerpo y ya no la vi a ella, sino a un conjunto de órganos y tejidos. Me sentí como si estuviera a punto de vomitar, me juré a mí mismo que no lo volvería a hacer.
    
    Mentiroso cabrón.
    
    En el baño, me di cuenta de que al salir no había cerrado la puerta con llave. Me sostuve la polla tras esa revelación, con una palidez inhumana, y sentí cómo esta se erguía de nuevo. Eran los nervios del boxeador, la pulsión adrenalínica que lleva a reincidir al violador y al asesino. Era el morbo de poder ser descubierto, y eso hizo que caminara por los pasillos con lentitud... y no precisamente al depósito.
    
    Fui a mi despacho, donde se encontraba mi mochila, y la cogí sin cruzarme con nadie. Ahora sí, acelerado, fui a paso ligero hasta el depósito. Abrí la puerta, esperando encontrarme allí a Sherlock Holmes, Colombo y el comisario Montalbano con las esposas listas para meterme en el calabozo. Mientras agarraba el pestillo de la puerta, sentí cómo mi corazón se encogía y mi ano se dilataba por mi inminente entrada en prisión.
    
    Cuando entré, sin embargo, todo estaba como antes.
    
    Con una exhalación de alivio, me dirigí al cadáver. El condón seguía pegado en su cara, con un hilo de semen manchándole la boca. Vista así, ...
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