1. La venganza se sirve fría... y muerta


    Fecha: 27/10/2022, Categorías: Fetichismo Autor: El Baron Kruento, Fuente: TodoRelatos

    Las personas que trabajan en funerarias o en depósitos de cadáveres tienen una reputación bastante siniestra, o la tendrían si nuestra sociedad, ensimismada en sus luminosas distracciones diarias, se tomara el tiempo de pensar en ellas. Es el estigma del verdugo, del enterrador, de quienes se echan a los hombros el peso de la muerte para que los demás puedan vivir en su egoísta ignorancia.
    
    Debo decir que se trata de una reputación inmerecida: aunque los casos más sórdidos son muy llamativos, la mayoría de empleados de pompas fúnebres, forenses y tanatopractores con los que me he encontrado a lo largo de mi carrera son personas tan amables y bondadosas como cualquiera, e incluso me atrevería a aseverar que un poco más que la media. Son gente de un estoicismo suave y de unos modales exquisitos, de un tacto y una educación que no son fachada sino que se corresponden con su belleza interior.
    
    Yo, por supuesto, soy la excepción que confirma la regla.
    
    Tal vez sea culpa mía, tal vez no. No sé si mis inclinaciones y mis perturbaciones se deben a alguna experiencia anormal o a algún fallo de la naturaleza, y la verdad es que estaría bien saberlo. Quizás así, en el futuro, logremos eliminar el mal extirpando zonas del cerebro, y con ello extirpemos también las perniciosas ideas de los literatos y artistas a los que Platón quiso expulsar de su idílica utopía.
    
    Lo único que sé es que ya de pequeño fui un niño conflictivo y travieso, uno que desde el principio tenía dificultades para comprender las complejas normas sociales de mis pequeños congéneres. Solía resolver todos mis problemas con una hostia, algo que en primera instancia me granjeó aplausos y que luego se volvió en mi contra cuando los cuchicheos se convirtieron en el sustitutivo oficial de las palizas... y cuando comprobé que yo solo no podía con todo el mundo.
    
    Durante el instituto, desarrollé una estrategia antagónica que, sin embargo, tuvo resultados igualmente funestos. Asustado ante la posibilidad de pasar solo toda la eternidad, me convertí en una persona complaciente, que se dejaba pisotear por cualquiera. Pero mi falta de habilidades sociales me convirtió en un objetivo predilecto de todos los que obtienen placer humillando a los demás. Y, de entre todos esos malnacidos, no había ninguno peor que ella.
    
    Raquel estaba buena y lo sabía. Tenía a todos los tíos del instituto bebiendo de su mano, y a unos cuantos de cursos superiores bebiendo de otros sitios. Era una morenaza que siempre procuraba destacar sus nalgas con unas mallas infartantes y sus tetas con un buen escote que los maestros criticaban después de echarle un buen vistazo. Siempre tenía una contestación irónica, unas palabras hirientes que soltaba con esa voz tan estridente que tenía. A nadie hirió tanto como a mí.
    
    Se empezó a meter conmigo cuando respondí acertadamente a un profesor después de que ella se hubiera equivocado. No recuerdo qué asignatura era, pero qué más da. Lo que sí recuerdo fueron los rumores ...
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