1. La venganza se sirve fría... y muerta


    Fecha: 27/10/2022, Categorías: Fetichismo Autor: El Baron Kruento, Fuente: TodoRelatos

    ... comparaban con ellos para hacerme de menos. Allí estaban ellos, allí estaba yo. Y, quietos como estaban, podía imaginarme lo que fuera.
    
    Recuerdo el primer día que vi a una muerta que despertó la excitación en mí. La mayor parte de los cadáveres eran ancianos o estaban en mal estado, pero ella no. Ella tendría unos treinta años, y la verdad es que era todo un pibón. Era una negrita con buenas caderas y unos pechos de escándalo, una mujer cuyos labios carnosos me provocaron sentimientos tormentosos que me esforcé en negar. En ese momento, me quedé embobado mirando el cuerpo, lo que suscitó algunas burlas. Me imaginé encima de ella, en contacto con esa carne muerta del color del chocolate, saboreando la necrosis de sus labios. Pasó algunas veces más, pero nunca pensé en esas cosas después de la sesión, o intenté no hacerlo. Comprendedlo: yo no quería ser el raro, no quería ser ese tipejo solitario del que se aleja todo el mundo. Quería revestirme de una pátina de respetable normalidad.
    
    Sin embargo, eso también fracasó. En la universidad, intenté arrimarme a varios grupos de amigos, intenté seducir a varias hembras, probé el alcohol, confesé secretos inconfesables estando borracho. Fracasé. Solo me aceptaban los cadáveres. Y, por eso, mientras miraba los posts de Instagram de mis antiguos compañeros de clase y me masturbaba culpablemente con la zorra de Raquel, me fui especializando en medicina forense.
    
    Acabé encontrando un trabajo en el Instituto de Medicina Legal de una ciudad que no revelaré, donde me convertí en un buen compañero y en un trabajador incansable. Mi actuación durante el COVID, cuando usamos nuestro depósito de cadáveres para resguardar a los fallecidos, me valió una condecoración por parte del gobierno autonómico. Y lo bueno de este trabajo es que es solitario, tranquilo, que mi permanencia en él depende de mi desempeño y no del grado de simpatía que despierte en ningún jefe.
    
    Así, pasé unos años de relativa calma. Seguía sin ser popular en las mujeres, seguía arrastrando traumas. Recurrí a la prostitución, pero no me llenaba. Se movían demasiado. Por ello, pasado un tiempo, me limité a la abstinencia y a mirar, embelesado y cobarde, los cadáveres desde la distancia. Para matar el tiempo (¿lo pilláis? Matar) me dedicaba a hobbies insulsos como la fotografía o la pesca.
    
    Hasta que llegó ella.
    
    Fue un fin de semana por la noche. Una ocurrencia común: nos llegó un cadáver. Ese día estábamos a mínimos, pero mis superiores y mis compañeros sabían que me bastaba yo solo para la carga de trabajo que solíamos tener. Cuando llegó esa chica, me lo tomé como algo rutinario, como un día más. Una mujer (bastante guapa, por cierto) muerta por sobredosis de pastillas. Una pena. Pero, entonces, leí su nombre.
    
    Raquel Palomares Romero. Era ella.
    
    Contuve mi entusiasmo, un entusiasmo culpable pero verdadero. Me alegraba de que esa mujer que me había hecho la vida imposible en el instituto, que había impedido mi incierto desarrollo ...
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