1. La venganza se sirve fría... y muerta


    Fecha: 27/10/2022, Categorías: Fetichismo Autor: El Baron Kruento, Fuente: TodoRelatos

    ... centímetro de fría piel. Quería tener cuidado, y conocía los riesgos de estar en contacto con un cuerpo muerto, pero de vez en cuando se me escapaban mordiscos. Ascendí de nuevo hasta sus pezones, que me metí en la boca. Luego, escupí en sus ojos, que recibieron mi esputo sin inmutarse. Como yo cuando había sufrido sus humillaciones.
    
    -Eres una putilla-le susurré al oído, en un tono quedo y casi romántico, en una entonación que me provocó un escalofrío incluso a mí-. Eres la persona más patética e inmoral que conozco. Y ahora no eres nada. Siempre te metiste conmigo, pero mira quién está respirando ahora.
    
    Con cuidado, me puse los guantes: aunque había cometido la temeridad de tocarle la piel desnuda con mis manos, sabía que lo que estaba a punto de hacer entrañaría más riesgo. Y, ebrio con esa sensación de poder, sabía que tendría que repetir esa jugada si no me pillaban. Comprendí que las muertas son como las Lays: no te puedes follar solo a una.
    
    Después de estar bien protegido, le metí los dedos en el coño sin el cuidado que uno suele tener cuando juega con un coño real. Su rostro inerte, pacífico, me daba una tácita bienvenida que aproveché para meter mi mano al completo dentro de esa cavidad que tantas pajas habría provocado en chicos del instituto a lo largo de su corta vida.
    
    -Ojalá exista vida después de la muerte para que puedas verme. Ojalá puedas sentir cómo te hago daño, mala puta.
    
    Mientras decía eso, con la mano que tenía libre, le acaricié las piernas. Eran un buen par de patas... y me hicieron recordar cómo esa pedazo de jamona me había hecho sentirme culpable en el pasado por los orgasmos que había tenido pensando en ella. Pero ahora yo tenía el control, yo era el dominante. El orgasmo que ya se estaba gestando en mi órgano genital sería uno glorioso y no humillante.
    
    Como un quinceañero inmaduro que no quiere comer un coño, perdí la paciencia inmediatamente. Me quité los guantes, me lavé las manos y, luego, me acaricié la polla a través de mis pantalones. Dejé mi miembro al descubierto, gozando de la rigidez de ultratumba que se había apoderado de él. Metí la mano en la cartera que había quedado en el suelo, extrayendo un condón que no había tenido ocasión de usar con ninguna hembra. Me lo coloqué torpemente, sin dejar de contemplar esos dos montículos de grasa y carne, y me acerqué a ella. Saqué la camilla donde se encontraba mi víctima, le acaricié el pelo. Tiré de él. La agarré de él. Y me coloqué encima de ella, como un conquistador.
    
    Me dolió al meterla.
    
    Por supuesto, me dije, avergonzado por mi estupidez. No estaba lubricado. Aun así, me limité a escupir sin sacarla, presa de un entusiasmo sadomasoquista que me hizo ignorar el dolor. Se me marcó la vena en el puto gaznate, me convertí en una bestia. La penetré levantando sus piernas, sorprendiéndome del esfuerzo que hacen las mujeres cuando se copula con ellas. Me costó sostenerlas, pero mereció la pena para darle potentes embestidas sin ninguna barrera ...
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