La sobrina del bajá. Capítulo 1. Parte 1 - Relatos Eróticos

La sobrina del bajá. Capítulo 1. Parte 1

... retorciéndole la muñeca con la que la esclava sujetaba el cuchillo y haciendo que éste se le escapara de entre los dedos.

- Lo último que veas será el rostro de quien acabó con tu familia. ¡Mírame, perra cristiana, mírame y suplícame una muerte rápida!

Mientras se lo decía, Haradja había hurgado en las entrañas de Alessia, buscando abrirle más la herida y cortar los órganos para infligirle más y más dolor. La esclava había tensado el cuerpo con cada nueva oleada de agonía, pero había mantenido la mirada fija en la de Haradja, desafiante, sin dejar que ni un gemido de sufrimiento ni una súplica saliera de sus labios.

Haradja había tomado entonces a la griega del cuello y había empezado a mover las caderas adelante y atrás, frotando su vulva contra la pierna de la esclava. La necesidad de orgasmo había vencido al orgullo, y Alessia había curvado el labio superior en una mueca de absoluto desprecio mientras notaba los últimos estertores y veía cómo el deseo perverso de la capitana turca aumentaba con su sufrimiento.

La capitana turca había adivinado que Alessia intentaba ocultar las expresiones de dolor que la terrible herida le infligía, pero la agonía era demasiado fuerte, y Haradja había sonreído con malicia sexual cada vez que le veía apretar los labios para que los sollozos no se le escaparan de la garganta. Su excitación había aumentado cuando vio las lágrimas brotar de los ojos de su víctima y deslizarse por sus mejillas para mezclarse con la sangre que seguía escapándose por la boca.

Por fin, Alessia había relajado su cuerpo y fijado la mirada al vacío, y a la vez que un postrer suspiro se le escapaba de entre los labios Haradja había notado un líquido caliente fluir entre las piernas de la esclava que moría bajo su cuerpo. Coincidiendo con la orina que se le escapaba a Alessia una vez sus músculos se relajaban definitivamente, Haradja había encontrado su orgasmo, y mordido el cuello que tenía debajo de ella mientras notaba sus propios jugos salir propulsados para mojar el cadáver. Nunca se había corrido con tanta intensidad, y nunca había eyaculado antes. La capitana turca había cerrado sus muslos en torno a la pierna de Alessia para frotar su vulva contra el cuerpo de quien había sido su esclava y dejar que sus fluidos se entremezclaran, mientras el placer se extendía de los pies a la cabeza en oleadas violentas.

Después de unos minutos, remitida su tempestad interior, se había dejado caer al lado del cuerpo de Alessia, que continuaba con los ojos fijos en el vacío. Estaba cubierta de sudor, y otros líquidos no todos suyos. Al día siguiente saldría de la tienda como cada mañana y le ordenaría al capitán de su guardia, que no diría nada de lo que habría oído la noche anterior, que lanzase el cadáver las llamas. Y se preguntaría si quedaría alguna esclava más en el campamento.

Haradja lanzó un jadeo ronco entre los labios y volvió momentáneamente a la isla y la inmediatez de la batalla que tenía pendiente. Se dio cuenta ...