La sobrina del bajá. Capítulo 1. Parte 1 - Relatos Eróticos

La sobrina del bajá. Capítulo 1. Parte 1

... que le pedía a gritos que lo acunaran. Alessia, obediente como siempre, dejaba pequeños besos en su recorrido, llegando a meterse la madeja de vello púbico en la boca, y cuando se encontró entre los muslos brillantes por el sudor y los fluidos vaginales de su dueña le dedicó toda su atención a la vulva, besándola y lamiéndola como si fueran los labios de un amante.

Haradja no hizo nada para evitar que sus gemidos se oyeran más allá de la tienda (su guardia personal estaba acostumbrada a sus excentricidades y ya se encargaría ella de acallar cualquier rumor que pudiera extenderse por el campamento), y dejó que el placer que crecía dentro de ella fuese liberándose por su voz. Cerró los ojos e imaginó que era Leonor, el Capitán Tormenta, y no Alessia quien le estaba lamiendo el coño. Idealizó cómo se debía ver esa cabellera rubia extendiéndose entre sus piernas, cubriendo su vello negro, y cómo sería notar la suavidad de su piel contra la suya propia, el finísimo vello púbico de la cristiana haciéndole cosquillas en sus muslos, los pezones clavándose con suavidad en su piel,… Si cayera viva en su poder la tendría encadenada con cuerdas de cuero, de cáñamo y de seda, procurando que brazos y piernas estuvieran abiertos para poder acceder a cualquier rincón de sus intimidades. Y desde luego que con ella sí que usaría el cuchillo.

Según las lamidas de Alessia subieron en intensidad, así los jadeos, gemidos y suspiros de Haradja se hicieron más audibles, y pudo notar cómo el orgasmo se concentraba en su matriz, agarrando con fuerza las sábanas de seda y presionando la cabeza de Alessia más y más entre sus muslos.

Y Alessia, como una centella, se había zafado de la presa de la turca y, abalanzándose contra su captiva, había tomado el puñal de la mesa y lanzado una cuchillada al cuello de Haradja, pero ésta fue aún más rápida. Con una mano había atrapado la muñeca que buscaba segarle la vida y con la otra extrajo su yatagán de debajo de uno de los cojines y lo hundió en el vientre de la esclava. Los ojos de Alessia relampaguearon de odio y dolor al sentir el acero penetrar en sus entrañas.

- ¿Estás loca - le había espetado Haradja, hundiendo más y más la hoja -? Aquí podías haber tenido una vida de comodidades. ¿Por qué desperdiciarla así, de esta forma?

Alessia le había escupido un esputo sanguinolento al rostro. Notaba la vida escaparse por la terrible herida, pero aun así hizo un esfuerzo por hablar.

- Mis padres y mi hermano fueron torturados y asesinados en la batalla de Croacia. El sueño de darte muerte era lo único que me mantenía con vida.

Haradja no había hecho ademán de limpiarse la sangre que le manchaba el rostro. En su lugar, había girado la muñeca, y cuando el arma se hincó aún más profundamente, la esclava dejó escapar un chorro de sangre por la boca. La turca se excitaba mientras el cuello y el busto de Alessia se teñían de rojo. La había tumbado con fuerza sobre la cama y se había sentado a horcajadas sobre ella, ...