La sobrina del bajá. Capítulo 1. Parte 1 - Relatos Eróticos

La sobrina del bajá. Capítulo 1. Parte 1

... habían mantenido había sido el acero del caballero ahora cristiano el que se había superpuesto ante el del musulmán, y ahora la cabeza de Metiub se pudría colgado de las almenas del castillo de Candía para horror de las tropas turcas.

Haradja cerró los ojos para reprimir un par de lágrimas que pugnaban por escapar. Ahora su tío, sus amigos y compañeros, todos estaban muertos, pero ella, por una veleidad del destino o por su propio espíritu indomable, seguía con vida. La mano que asía al chico aumentó su presión, pero éste aguantó el dolor en silencio. Sabía que el cariño con el que la turca había pretendido comprar su afecto había sido fingido, y casi la prefería así, haciéndole daño y aguardando a terminar de hundir su vida en un pozo sin fondo. Su captora le había dicho que ese día todo acabaría, de alguna u otra forma, que se citaría con su madre y que pondrían fin a su batalla personal. El niño sabía, con la confianza ciega que sólo los inocentes tienen, que su madre iría a su encuentro, y que lo devolvería a su lado.

Por su parte, la mente de la joven estaba ocupada vagando por los anteriores encuentros que había tenido con el Capitán Tormenta. La primera vez que trató con ella fue cuando la cristiana acudió a su campamento vestida de hombre para negociar sobre el prisionero que acabaría convirtiéndose en su marido. Nada más verla, había notado la fuerza de su carácter, que realzaba aún más la belleza de sus facciones, y había intentado impresionarla con la suntuosidad de sus servicios.

El Capitán Tormenta había asistido a sus atenciones con una misteriosa sonrisa que Haradja no había logrado descifrar. Ahora lo comprendía todo, por supuesto, como comprendía la expresión de desaprobación que había asomado a su rostro cuando, en uno de sus agasajos, le había llevado a presenciar un combate entre dos esclavos. Malinterpretando su contrariedad, había sido la propia turca quien había tomado su arma para enfrentarse a los dos luchadores a la vez. En su momento creía haber sorprendido a su invitado. Ahora sabía que lo único que había hecho había sido mostrarle qué hábil era con la cimitarra.

La humillación de que en realidad se había encaprichado de una mujer todavía le dejaba el corazón helado. Y mayor era su desaire cuanto más pensaba en la forma que había intentado avivar el deseo en elefendi, habiendo expuesto su piel durante el combate o arrimado su cuerpo al de ella para que sus formas íntimas la tocaran como por descuido. Aquella noche se había masturbado con la ferocidad de una tigresa, fantaseando con que la invitaba a su tienda y era poseída por ella.

Averiguaría días más tarde que su verdadero nombre era Leonor y que se trataba de una noble castellana que, al igual que ella, había decidido tomar las armas para defender su pueblo. También como ella, el rechazo inicial de los hombres lo había callado con el acero en el campo de batalla.

Después de este primer encuentro había venido el ataque en las costas berberiscas, ...