La sobrina del bajá. Capítulo 1. Parte 1 - Relatos Eróticos

La sobrina del bajá. Capítulo 1. Parte 1

... donde la había visto desde el Torreón de Oriente, vestida ya con su armadura y en toda su gloria. Haradja se había preguntado entonces cómo en su momento había podido pensar que era un hombre: incluso en la armadura masculina, su pose, sus rubios cabellos, su bello rostro, todo exudaba una feminidad decidida por el mínimo detalle. Incluso la forma de esgrimir la espada y cómo mataba hombre tras otro tenía cierta gracia femenina en cada movimiento.

No sabía si había sido el odio o la admiración lo que le había llevado a la culebrina, pero durante unos instantes, cuando vio su disparo estallar en el puente de mando donde su rival se encontraba, había sentido una punzada de congoja al pensar en aquel hermoso cuerpo hecho trizas. Había ahuyentado ese momento de fragilidad con un además impaciente mirando por encima del hombro por si alguno de sus hombres había sido consciente de la debilidad de su capitana, y se prometió a sí misma olvidarse de la guerrera cristiana.

Por ello se sintió tremendamente confundida por la alegría que había sentido cuando le llegaron las noticias de que Leonor había sobrevivido al ataque, y que se recuperaba en la fortaleza de Candía de las heridas que había recibido. Después de un día de ayuno y rezos (algo que no había hecho desde que había cumplidos los 14 años y había sustituido el Corán por la cimitarra) se convenció de que no se alegraba por saber que la cristiana seguía viva. Debía ser en combate singular donde la otra mujer perdiera la vida a sus manos, y su bella cabeza acabaría adornando la entrada de su tienda militar.

Con esos pensamientos, no se sentía culpable por la humedad que sentía entre las piernas al pensar en el Capitán Tormenta, y aquella noche había llamado a Alessia, una esclava de Atenas que habían capturado dos años atrás y que había servido en la corte de Florencia.

- Desnúdate - le había ordenado la turca con voz autoritaria.

La esclava había obedecido con sumisión, y Haradja, vestida sólo con finas telas de seda que mostraban las curvas de su cuerpo dejando muy poco a la imaginación, se había recostado en los cojines para disfrutar de su espectáculo. Devoró con los ojos el extraordinario cuerpo que se mostraba ante ella, preguntándose si los cuerpos de todas las jóvenes cristianas serían así y podía estar entonces contemplando algo cercano a la desnudez del Capitán Tormenta. Su mirada se detuvo en los firmes pechos con los pequeños pezones rosados perfectamente centrados, el vientre plano y musculoso y las caderas redondeadas que flanqueaban el monte de Venus: una fina mata de pelo rubio que, salvando el cabello, constituían el único pelo visible en el cuerpo de la esclava. Luego de los labios vaginales siguió descendiendo para admirar los fuertes muslos y las esbeltas pantorrillas.En una batalla en la cama,pensó, sería difícil decidir quién se pondría encima.

- Acércate – le exigió a continuación.

Cuando la esclava estuvo a apenas un metro (Haradja alzó una mano con ...