1. Al hijo de la mucama: ¿Te gusta lo que ves?


    Fecha: 12/07/2019, Categorías: Voyerismo Autor: Erothic, Fuente: CuentoRelatos

    ... cuando me le insinuaba cada vez con mas descaro, muchas veces de forma inconsciente. Un día, me habían cancelado una junta, por lo que salí de mi estudio más temprano de lo habitual. Lo primero que tenía en mente era quitarme la incómoda ropa sastre que vestía, para ponerme un poco más cómoda.
    
    Entré a mi recamara para cambiarme de ropa, pero ahí estaba el hijo de la mucama, todavía limpiando y barriendo, entonces me decidí por esperar a que terminara. -Va a entrar señora, ya he acabado. -Me decía el tímido chico al salir de mi recamara con escoba en mano. -Gracias. -Le respondí con una coqueta sonrisa antes de entrar sin cerrar la puerta.
    
    Casi nunca suelo hablar con él, el trato siempre es con su madre, no me sorprendió que fuese así de amable, pero me gustó. Enseguida, tomé mi ropa de mi armario y me disponía a cerrar la puerta para vestirme, pero me di cuenta de que el chico estaba ahí, podía ver la sombra de sus pies por debajo de la puerta apenas un poco abierta.
    
    Como mi tocador estaba en el punto ciego, tenía la seguridad de que no me podría ver, a menos que se asomara con descaro, algo que jamás se atrevería a hacer. Con esa confianza comencé a desvestirme sin más. Zapatos, saco, camisa, falda, medias, sostén y bragas, en ese orden.
    
    El chico seguía ahí, esperando pacientemente su golpe de suerte, y yo decidí dárselo, pasando completamente desnuda frente al espacio de la puerta por el que sabía que estaría espiándome. Y como no tenía nada que hacer en el extremo opuesto de mi habitación, pues no me quedó más remedio que pasar de regreso por el mismo lugar, esta vez asegurándome de reojo, que efectivamente me estaba espiando.
    
    No podía fingirlo, me encantaba, pero, aunque nunca cerré mi puerta, tampoco me atrevía a mostrarme más, a menos no ese día, porque el voyerismo continuaría los días siguientes.
    
    Desde aquella ocasión continuamente me hacía la desentendida olvidando cerrar las puertas de mi habitación y la del baño, dejándome ver mientras me vestía, o me desnudaba antes de entrar a la ducha.
    
    Aunque nunca me dejaba ver del todo explícitamente, siempre me escondida detrás de la perspectiva de la puerta justo cuando me quedaba sin ropa. Todo estaba bajo control, el muchacho se estaba portando muy bien, sin importar las libertades que le diese, siempre se mantenía bajo los límites, sin sobrepasarse conmigo. Nunca se atrevía a entrar sin mi permiso, o a asomarse más de la cuenta, por mucho que se estuviese muriendo de ganas por hacerlo. Él sabía la diferencia entre mirar y actuar, espiando siempre con discreción, en medida de lo posible.
    
    O al menos eso intentaba, porque su cuerpo siempre lo delataba, especialmente cuando vestía pantalones holgados que se levantaban al paso de su pene hinchado bajo de ellos. Pero era justamente esa imagen la que condecoraba mis travesuras, era como la cereza en el pastel que enaltecía mi ego y soberbia, que además me excitaba al mismo tiempo.
    
    Pronto, el baño comenzó a convertirse en ...
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