Los secretos de Jota: Noche intensa de verano(VII) - Relatos Eróticos

Los secretos de Jota: Noche intensa de verano(VII)

... se preparaban exclusivamente el bachillerato previo a la universidad.

Saliendo de un BMW azul, un Juan que les costó reconocer a primera vista empezó a caminar hacia ellos con paso firme y una sonrisa perfectamente estudiada.

Los tres intentaron encontrar las pocas características que aún permanecían en el Juan que ellos recordaban de hacía un año, pues el cambio era claramente significativo.

Levaba el pelo cortado de forma que lo lucía algo más rapado por los laterales y con un flequillo perfectamente ahuecado hacia un lado, confiriéndole un toque morboso y brutal. Vestido con una camisa negra muy ajustada a un cuerpo que no reconocieron, el delgado Juan de hacía meses ahora lucía un par de bultos prominentes en aquella pegada camisa y un abdomen plano, pero musculado, que se notaba a través de la tela. Sus hombros eran aún más llamativos: gruesos, torneados y fibrados y dos protuberancias - bíceps y tríceps- complementaban la imagen al apretarse contra las mangas de su camisa arremangada hasta el codo. Sus piernas tampoco eran aquellos dos miembros delgados, pues ahora parecían dos columnas más gruesas, más fibradas y con mayor volumen. Ambas, expuestas a la vista por un pantalón corto de color ocre e igualmente ajustado, le diseñaban una figura que concluía con un marcado, redondo e increíble culo y, por supuesto un brutal paquete. Es verdad que esto último era una de las cosas que no había cambiado, aunque lo llevaba más apretado que cuando estudiaban juntos. Un reloj grueso en la muñeca, muy masculino, dos zapatillas blancas impolutas sin calcetines y unas gafas de sol grandes y cuadradas como pantallas de cine le conferían un aire poderoso y extremadamente atractivo.

Justo en el momento que se acercaba al primer grupo de chicos, el conserje hizo un ruido abriendo la verja verde de entrada, señal que indicaba que ya podían ir entrando, pero que no suscitó el efecto deseado, pues a excepción de 6 o 7 chicos, el resto no quitaba la mirada de aquel alumno que venía hacia ellos.

Cada movimiento, cada velocidad gestual, cada paso, lo había medido una y otra vez durante días. Si él se había había esforzado fisicamente en tornar su cuerpo una imagen imposible de eliminar de cualquier retina, su actitud debía acompañarla y quedar grabada en todo recuerdo. Para siempre.

Ante aquella seguridad, chulería y fuerza, se generoó todo un sin fin de murmullos bajos, muy bajos, comentando su aspecto, su físico y su actitud. La mayoría eran risitas de nerviosismo de chicas que se les empezaba a hacer la boca agua con su nuevo compañero. La minoría, comentarios que intentaban relanzar egos propios ante aquella posible nueva amenaza adolescente.

El nuevo Juan Se apartó del abrazo colectivo y sujetó a Adri para darle un abrazo individual que ambos acogieron con más ganas de las que pensaban. En ese momento del abrazo, por un solo segundo, Juan sintió vulnerabilidad por el calor real de una amistad verdadera. Una vulnerabilidad que a pesar de ...