1. Desvirgo a Vika, mi hijastra cachonda


    Fecha: 30/06/2019, Categorías: Incesto Autor: AmoMuyEstricto, Fuente: TodoRelatos

    ... amo!
    
    La devoción de esa lengua no se distrajo cuando le ofrecí mi pie a ese coño ardiente. Rozándose contra mi pie volvió a correrse la pequeña mientras limpiaba mi polla como veneraba a su dios.
    
    No pasó más de media hora, cuando volví a sentir la imperiosa necesidad de taladrar a mi nueva perra. Yo estaba reclinado en el sillón del taller-mazmorra y Vika descansaba arrodillada junto a mí con mi pie en su entrepierna. Bastó que mi mano se enrollase en su cabellera morena para que Vika estuviera en unas décimas de segundo con su cara contra el brazo del sillón y mis nudillos sintiendo su cráneo bajo su cuero cabelludo. Unas palmadas ayudaron a que Vika ofreciera la mejor visión de su culo.
    
    Era la segunda vez que la follaba, su vagina, algo dolorida por haber sido perforada por primera vez, no dejaba de babear ante la taladrante polla que idolatraba. Esa humedad incansable me estaba haciendo difícil correrme así que le ordené:
    
    —¡Chupa tus dedos y prepara tu ano! Voy a desvirgarte entera.
    
    —¡Por favor, rómpame, rómpame toda! —volvió a su súplica preferida, una súplica que empezaba a convertirse en mantra.
    
    No tardé mucho en asir sus manos sobre sus lumbares, para evitar una resistencia inimaginable y penetrar su ano sin piedad. Ella no podía decidir el movimiento incansable de su cadera, sujeta por mi mano y rítmicamente balanceada por sus manos agarradas. Si hubiera podido, tal vez hubiera intentado que mi penetración fuera más lenta, sentir cómo mi ariete la rompía paulatinamente, sin embargo mis ansias permitían el mínimo sosiego. Observé como Vika juntaba sus piernas para procurar sentir el pellizco del piercing en su clítoris.
    
    —¡Abre las piernas, zorra! —oyó Vika sobresaltada por una fuerte palmada en su cachete derecho.
    
    La obediencia de la muchacha fue recompensada con dos nuevas palmadas sonoras y finalmente por mi mano derecha que buscó su perla anillada. Tres movimientos de mi mano fueron suficientes para que la novel perra implorase:
    
    —¿Puedo correrme, amo?
    
    No me dio tiempo ni a autorizarla ni a lo contrario, cuando mi mano sintió las convulsiones de aquella vagina. Agarré su cabellera con mi zurda y pregunté a la zorra desobediente:
    
    —¿Quién te ha autorizado, perra estúpida?
    
    Vika no sabía qué decir, mi diestra seguía moviéndose en su vagina notando la sucesión de convulsiones, mientras mi zurda zarandeaba la cabeza de la indisciplinada alumna. Ella sentía cómo le sobrevenía un orgasmo tras otro sin poder hacer nada para detener esa cascada. No sabía si era por la sensación de indefensión que le provocaba la mano que sacudía su cráneo, por los movimientos incansables de mi mano o por lo abierta que se sentía en su culo taladrado. Esa situación perduró hasta que mis testículos liberaron el poco néctar que les quedaba.
    
    Vika temblando no se atrevía siquiera a agradecerme sus orgasmos. Su cuerpo entero temblaba y su cara estaba absolutamente desencajada.
    
    —¡Agradece tus orgasmos limpiando a quién los ha ...
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