1. Desvirgo a Vika, mi hijastra cachonda


    Fecha: 30/06/2019, Categorías: Incesto Autor: AmoMuyEstricto, Fuente: TodoRelatos

    ... también para su placer, no solo para mi dolor. Quiero que empiece a moldear mi cuerpo para su sexo.
    
    Reconozco que pese a su juventud era bastante hábil negociando y desde luego la ceguera de sus ojos no nublaba su razón.
    
    —Sin duda la desobediencia de tu cuerpo, no puede quedar sin castigo, pero admito que siempre premiaré tu sinceridad.
    
    ¿Por qué estaba la fusta tan cerca de la mesa de tortura? ¿La habría dejado a propósito Muriel? ¿Se lo habría indicado Vika, en cuyos húmedos sueños nocturnos ya aparecía atada a la mesa y fustigada en el clítoris?
    
    Ahora era yo quien tenía urgencia por desvirgarla, así que los fustazos en su clítoris eran casi un trámite necesario. Podría no haberla castigado, pero quién podía rechazar la imagen de esa chica retorciéndose en la mesa sin apenas poder moverse y soportando mis fustazos, ver marcarse una línea roja tras otra, cada una más cerca del clítoris que la anterior, hasta cruzarlo por completo. El fustazo en su clítoris anillado arrancó un grito de desesperación de la nínfula, dolor y placer en estado puro. Casi llegó al éxtasis instantáneo, tal era la necesidad de sexo de esa criatura.
    
    Mis dedos retorciendo sus pezones y el olor de mi sexo fueron los dos indicios que le indicaron que debía abrir su boca. Hundir mi falo en su garganta le pudo resultar algo molesto, pero los dedos que exploraban su vagina sin previo aviso, solo encontraron una humedad suplicante. Sin más dilación, decidí taladrarla en esa misma postura. Gracias a los frecuentes trabajos de Muriel, mis testículos tardarían bastante tiempo en vaciarse.
    
    Cambié un orificio por otro y penetré aquella vagina con los veintiún centímetros seguidos. La rápida penetración hizo que sintiera cómo se despegaban por primera vez paredes que hasta entonces no sabían que lo eran. Vika era la chica que más dura me la había puesto en mi vida y me sentía capaz de abrirla en dos. Ella no paraba de gritar: “¡Rómpame! ¡Rómpame!”.
    
    Vika seguía privada de la visión, pero su cerebro estaba centrado en otro ojo. Su clítoris eternamente golpeado y su vagina le enviaban suficientes estímulos como para empezar a suplicar correrse.
    
    —¿Puedo correrme ya? —preguntó desesperada.
    
    —Solo una vez —permití generoso y continué abriendo la vagina inexplorada.
    
    Podría haberla ayudado tocando su clítoris, pero preferí abofetear su cara cuando vi que su orgasmo era irremediable. Vika aprovechaba la fugaz cercanía de mi mano a sus labios para besarla agradecida.
    
    Mi sexo estaba ardiendo, taladrar esa cavidad ardiente había calentado en exceso mi prepucio y mi glande. Quería refrescarlos y la boca de Vika sabía que era su obligación abrirse para mi sexo, como cualquier otro orificio de ese cuerpo. La saliva de Vika refrescó mi bálano y se mezcló con los fluidos sexuales de ambos.
    
    Decidí que quería usar a Vika como la perra que era, aunque para eso debería liberar su cuello, sus manos y sus rodillas suspendidas. Fue mi mano la que tiró de su pelo para casi ...
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