Donde las dan las Toman. 3/3 - Relatos Eróticos

Donde las dan las Toman. 3/3

... catado y no lo consiguieron.

– ¡Qué Puta eres Jacqueline, suéltame! – Dijo sin mucha convicción –¡¿Quieres que te preñe también a ti?! Por si eso quieres, tal vez lo vayas a conseguir… ¡Toma mi leche…!

Habló por primera vez desde que entró al baño, y se notaba la furia en su voz, pero se iba a correr y tenía demasiada poca fuerza de voluntad como para separarse de mis piernas, y demasiada ganas de vaciar sus huevos dentro de una zorra como yo…. Un gruñido me avisó, y poco después noté su primer gran chorro de leche caliente golpeando las paredes de mi coño. Me estaba rellenando, y yo en ese momento llegué al orgasmo, arañándole el cuello y los hombros. Fue intenso, y me dejó extasiada… percibí cada chorro de lefa que me soltaba con potencia contra mi fondo vaginal, los esténtores de su verga trepidando y mi coño contrayéndose y dilatándose, ambos al son de nuestro frenético ritmo cardiaco. Un gruñido junto a una eyaculación y un gemido de mi parte, así nos estábamos corriendo a la vez, mi cuñado Vicente y la golfa de su cuñada Jacqueline.

Cuando terminamos, rápidamente sacó la polla de mi interior y, sin pensarlo dos veces, me pegó un guantazo en la cara que me la cruzó. Lo miré y estaba rojo de furia o del esfuerzo de follar.

– Cómo por tu culpa tenga otro hijo, espero que mi hermano no se llegue a enterar, zorra.

Se guardó la polla en los pantalones, yo me llevé la mano a mi coño y, sacando dos dedos pringados lefa le dije adiós con la mano mientras salía del baño y me los chupaba. Sabía que eso lo haría enfurecer y pagarlo con su mujer. Cuando salí ya había llegado Carlos.

– ¿Qué tal? – Preguntó dándome un beso en los labios recién manchados de lefa de su hermano.

Carlos y yo no teníamos secretos, y nunca nos ocultábamos nada, pero decidí no contarle el polvazo que me acaba de echar Vicente, lo que acababa de ocurrir no debía de ser aireado, aunque llegase a estar preñada…. Sonreí y simplemente le devolví el beso con un poco de lengua, para mi regocijo.

– Estaba cambiándome. ¡Anda, ve a ver a tu hermano que está agobiado!

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Tras varios meses ejerciendo de enfermera en el Hospital Roosevelt, mi rutina se había normalizado y mi vida era de plena felicidad, si no fuera por el “picaflores” de mi esposo con su putita. Hacía ya ocho meses que estaba en el turno de noche, debido a que se respira más tranquilidad y el horario me permite tiempo para mí, además de que mi cuenta bancaria también lo agradece. En la planta última donde están los de más atenciones necesitaban y bastantes eran vejetes, el ambiente que se respira es muy diferente al de cualquier otra mucho más ajetreada, tal vez por ese motivo ingresaron a un alto ejecutivo de la administración en nuestra sección, por un traumatismo por ...