Terapia de grupo 8 - Relatos Eróticos

Terapia de grupo 8

... la linterna del móvil para abrir, allí abajo hay más luminarias fundidas que encendidas y todo se diluye en un puzle de claroscuros, donde una persona pasa fácilmente desapercibida si no hace ruido y se mueve con sigilo. Eso es bueno y malo a la vez, piensa Carmen, que no quiere llamar la atención pero tampoco quiere sorpresas desagradables.

Entra y pulsa un interruptor que enciende un desgastado plafón, donde un tubo a medio fundir hace pareja con otro que luce a través de una capa de polvo ya con pedigrí. Más que un trastero, aquello es un local de unos veinte metros cuadrados con un pequeño almacén sin puerta en una de sus esquinas. Mal ventilado por una rejilla mohosa, cegada de pelusas negras que ya se han solidificado. Al menos tiene un pequeño grifo en la pared que cuelga solitario encima de lo que un día debió ser un lavabo, pero que ahora solo queda un cuadrado de azulejos cubiertos por una pátina de roña. Suficiente piensa ella. No se va a molestar ni en limpiar. Si acaso, cuando todo acabe. Bastante tiene por delante.

Bien, suspira, vamos allá. En el centro y justo debajo de la luz ha dejado una mesa de camping y una silla plegable. Pone sobre ella la bolsa que ha traído con el material necesario: cucharillas, cúter, espátula, tijeras, bolsas de congelación pequeñas, mascarillas, guantes...Luego abre el baúl de plástico que tanto trabajo le costó arrastrar el otro día, y eso que pegó el culo del coche a la puerta del local.

Esta labor podía habérsela traído hecha de Algeciras, debería habérsela delegado al Juanma, pero no hubo tiempo y además, tampoco se fía mucho de él, es algo de lo que prefiere encargarse ella. Un envoltorio mal eliminado, restos de coca, una huella digital en cualquiera de los paquetes le puede complicar la vida. Hay que ser metódica. Solo recurrirá a su primo cuando sea estrictamente necesario. Coloca el primer paquete encima de la mesa sobre la que ha dispuesto papel de traza. Lo observa mientras se pone la bata de limpiadora, la mascarilla y se calza un par de guantes de látex. Necesita más luz: mañana comprará en el chino un foco de leds y un prolongador. Se sienta, toma el cúter y con mucho cuidado corta por el borde. Va eliminando capas de plástico, la mercancía es valiosa y está bien protegida. Es un trabajo arduo y tarda un buen rato en llegar a la coca. Cuando ha descubierto el paquete, lo va vaciando con la cuchara y luego repasa con una brocha para no desperdiciar ni un gramo. Va metiendo el contenido en pequeñas bolsitas de congelación que llevan auto cierre. Lo pesa en una báscula de cocina digital. Paquetes de cien gramos exactos.

Luego se deshará de los plásticos y restos de envoltorio. Sabe que toda la droga viene marcada. Si aparece uno de esos paquetes en algún sitio, los dueños sabrán que es la suya. Urge evitar que puedan identificar la mercancía, de modo que se va a dar el trabajo de quedarse solo con el polvo y re empaquetarlo. Además tiene que ir en envoltorios pequeños porque ...