Terapia de grupo 8 - Relatos Eróticos

Terapia de grupo 8

... semana le dan vueltas al asunto, el simple hecho de planearlo hace que follen casi todos los días. Buscan en la lista de locales liberales de Madrid y consultan las webs, así como los comentarios. Escudriñan vídeos y fotos de fiestas en esos locales y la cosa casi siempre acaba con los dos en la cama echando un polvo.

Al final se deciden por uno de los sitios con más solera y que les parece más serio. Acuden precisamente un jueves, que es el día del trío, donde se supone que hay mayor afluencia de hombres solos. Al principio la cosa resulta un poco cortante e incluso molesta, porque hay pocas parejas, con mucha diferencia de edad y que no paran de entrarles. Se sienten incómodos porque ellos van buscando otra cosa y les impide concentrarse en su objetivo. No acaban de encontrar el ambiente adecuado para excitarse. Finalmente se deciden y se acercan a la sala donde están los hombres solos, los posibles candidatos. Son unos cinco o seis, con los nervios no se paran a contar porque la aparición de Inma es una inesperada sorpresa. Normalmente no suelen ir chicas jóvenes por allí a buscar tríos, generalmente cuando va a alguna pareja de menos edad, lo hace buscando otras parejas similares.

Rápidamente todas las miradas convergen en ella: las normas sobre no molestar para los hombres son muy claras y ninguno la toca ni se acerca, pero algunos se ponen de pie lanzándole mudas invitaciones con la mirada. Todos quieren ser seleccionados. Ellos se sienten un poco intimidados, sobre todo Inma, que no puede evitar estremecerse en una mezcla de temor y una extraña emoción. Ella es la que elige tras unos segundos de duda. Hay un hombre mayor, diría que casi sexagenario, dos chicos jóvenes, uno con aspecto un poco nerd y el otro con pinta más decidida, alto y guapo, con buen cuerpo trabajado en gimnasio. Luego, dos hombres maduros que posiblemente le sacarán unos diez o quince años de diferencia: uno bien parecido, elegantemente vestido, tanto que desentona en la sordidez de aquella sala donde huele a ambientador barato, a alcohol y a feromonas. El último es un tipo grande y corpulento, muy alto, con bigote, muy normal, casi más bien tirando a feo, con los ojos un poco saltones. Aunque va correctamente arreglado, a Inma le recuerda al fontanero de su barrio, es como si lo viera con el mono puesto, llave grifa en mano, con su leve pancita y ancho de caderas.

Este es el que resulta seleccionado. Alex la mira con cara de sorpresa pero no dice nada. Los dos se retiran a la zona de parejas y se van directos al rincón donde está el Glory Hole. Por un pasillo, separado de ellos por un pequeño tabique, el “fontanero” hace el mismo recorrido y se sitúa al otro lado de la pared. Hay unas pequeñas cortinas que Inma corre procurándose algo de intimidad.

“¿Por qué este?”, parece preguntarle su novio con la mirada, pero ella la hace un gesto como indicándole que vamos al lío que para eso hemos venido. No es momento ni lugar para explicarle que lo ha elegido ...