1. Follando mi primo me hizo gritar


    Fecha: 28/06/2019, Categorías: Incesto Autor: Lara, Fuente: CuentoRelatos

    ... sacando su pene de mi vagina, mis gemidos empezaron a rivalizar con el viento, mi corazón parecía salirse de mi pecho, su pene siendo empujado tan dentro de mí, llenándome por completo que poco a poco nos acercaba más al un resultado final.
    
    No quería que se apartara, quería sentirle tan dentro de mí, que mi cuerpo solo tenía un fin, moverme con él siendo uno, mis pechos bailaban sobre mí en cada empujón, cada vez que salía y entraba pequeños gemidos salían de mí, mis ojos se clavaban en él veía el placer en su cara con los ojos cerrados, luego los abría y se posaban en mí, nuestros cuerpos empezaban a sudar, mis manos cogieron las suyas en mis caderas cuando sentí no poder más, demasiado había aguantado, mi vagina empezaba a inundarse y como una tempestad golpeaba su pene en mi interior.
    
    Con un grito mudo saludé al orgasmo, un grito que rompió la barrera de silencio y no había puertas que lo encerraran no dejaba de gritarle mientras me corría y jadeando le decía.
    
    -Si, si, si así ¡aahh!
    
    -Sigue, sigue Eduardo sigue.
    
    -No te apartes, sigue metiéndomela, sigue así, así, así.
    
    -Así Lara, te gusta así Lara.
    
    -Lara me voy a correr, Lara, Lara mmm
    
    -Si, si, si así.
    
    -No me importa, no te separes, así, así mmmm
    
    Mi primo empezó a llenarme con su esperma, su semen caliente navegaba dentro de mí, mi cuerpo estaba recibiendo diferentes espasmos de placer, su cuerpo se derrumbó sobre el mío, resbalando por mis pechos sudorosos, uniendo nuestros labios, buscando con mi lengua su boca, su pene poco a poco se iba retirando de mi vagina, Eduardo poco a poco se iba tumbando extendiendo sus piernas y las mías abrazándole al igual que mis brazos.
    
    La noche no había hecho más que empezar, Eduardo siguió amándome esa noche, la noche siguiente y la otra, ya no recuerdo las noches ni los días, lo único que recuerdo bien aparte de lo que paso en aquella habitación fue mi sonrisa, su sonrisa al día siguiente y lo colorada y avergonzada que me puso María la dueña del hotel y ahora amiga, cuando por la mañana me decía.
    
    -No le dejes escapar hija mía y espero que te siga haciendo gritar durante muchos años. 
«12345»