1. Uno aguanta hasta que no aguanta más


    Fecha: 27/06/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Will Brown, Fuente: TodoRelatos

    ... nadie lo ha hecho en 20 años.
    
    Mona me mira desde arriba mientras sigue frotándose contra mí. Me lame (no me besa, no), me lame el cuello de arriba abajo y me promete que ahora llega lo bueno. La punta de mi herramienta hace rato que saluda por fuera de mis bóxer, y ahora ella sigue lamiendo, una lamida infinita desde mi cuello hasta el sur profundo, hasta que pasa por encima de mi glande y me hace ver las estrellas. Lame la punta que sobresale sin tocar ni la goma de mis calzoncillos, lame besa e incluso me da un mordisquito (leve, muy muy leve) que me genera tanto dolor como un extraño placer. Me arranca la ropa interior y vuelve a ponerse sobre mí, se aparta la poca tela que cubre su coño y reemprende su labor frotatoria, solo que las sensaciones ahora han subido dos o tres niveles de golpe. Sus labios están muy húmedos, completamente empapados, y de la punta de mi manubrio también sale líquido preseminal. Gozo como un loco al ver sus enormes tetas bailar al son que marcan nuestras caderas, me embeleso con su movimiento pendular, quiero resistirme a agarrarlas aún, pero son demasiado provocadoras y le grito que me ahogue con sus tetorras.
    
    Lo hace, hunde mi cara entre sus pechos, y ahora sí, desenfrenado, mi lengua se vuelve loca arriba y abajo, besando y dedicando el mejor tratamiento que sé dar a estas enormes, preciosas, excitantes bombas de sensualidad. Desabrocho su sujetador, se lo quito de un arrebato, muerdo un pezón y luego el otro, los succiono como un bebé, y como un bebé me quedo atrapado sin querer dejarlos ir.
    
    Ahora ya he perdido el control, ya no soy dueño de mis actos. Levanto a Mona a peso (y no es un peso pluma), la lanzo de nuevo de espaldas contra la cama, arranco sus bragas y las lanzo tan lejos como puedo (como si la distancia importara) en un gesto ridículo y cómico y con un gruñido me hundo entre sus muslos para devorar su coño.
    
    Tiene un sabor nuevo, extraño para mí, pero nada me detiene. En un par de minutos ya me he acostumbrado y me parece delicioso. Me da miedo que Mona se decepcione si soy demasiado bestia, pero por suerte no toda la civilidad me ha abandonado y retengo suficiente control para brindarle una comida de coño como dios manda, digna de un hombre de 40 años con experiencia y algo de talento. Escucho como ella gime y disfruta, lo siento por como tira de mi pelo y por como se agarra a las sábanas, pero yo sigo a lo mío. Sus convulsiones y estremecimientos me hablan, el timbre de sus gemidos me dan pistas, y gracias a ellas modulo mi comida de coño para que Mona, mi Mona, mi maravilla privada del sexo, siga acercándose paulatinamente al cielo. A veces es incómodo, estar tanto tiempo debajo hace que mi cuello esté en una posición un tanto dolorosa, pero resisto sin dudar porque esto es una puta bendición y si me retirara sería imbécil. Mona es una auténtica deesa y darle placer es un honor.
    
    Finalmente explota. Mona se corre y me lo anuncia gritando. Entre estertores post-clímax le doy otra ...
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