1. El regalo: Un antes y un después (Vigésima tercera parte)


    Fecha: 26/06/2019, Categorías: Infidelidad Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... seductoramente y bajando primero una tiranta de su vestido, cubrió coquetamente con su mano ese seno, para luego cruzar su otro brazo y retirar la otra tira, cubriéndose de igual manera el otro pecho. El vestido fue cayendo por su cuerpo con parsimonia, a medida que mi esposa danzaba con suavidad una pegajosa melodía.
    
    Movía mi mujer su cintura con gracia y soltura, –siempre se le había dado bailar bien– y poco a poco retiró su brazo derecho y luego el izquierdo para dejarlos reposar en su cintura y aquel par de pechos aún hermosos después de amamantar, se mostraron por fin ante mí, meneándose con sensual suavidad.
    
    —¿Si ves amor que no era tan difícil? ¡Te amo preciosa! Y ahora un poquitín más, que quiero ver ese hermoso tesoro escondido. ¡Quítate la tanga y acaríciate por mí! —Y Silvia con cierto temor en su rostro, volteó de nuevo su mirada hacia algún lugar en esa habitación y luego acercándose de nuevo al teléfono comenzó a bajar despacio las delgadas tiras negras de tela y me dijo casi susurrando…
    
    —Yo también te amo. ¿Te gusta? ¿La quieres mucho? ¿Me deseas? —y me mostró su preciosa vagina, abriendo los labios, –tantas veces por mí, acariciados y besados– con sus dos dedos y cuando le iba a responder que sí, observé a Almudena quien con su dedo índice en alto, me hizo la señal de que iba a marcar. Y realizada esa operación me mostró la iluminada pantalla del móvil de Martha, donde pude leer con claridad dos palabras con las que ella registraba el número de su marido… ¡Amor mío!
    
    E inmediatamente escuché un sonido en la habitación de mi esposa. —El sonoro repicar de otro teléfono que había allí. Silvia se sobresaltó también y giró súbitamente su cabeza hacia la izquierda y luego volvió a mirar a la cámara y cuando iba a hablar, con la no olvidada sensación de vacío y amargura, sin mirar la pantalla de mi móvil escuché la asustada voz de Silvia…
    
    —Rodrigo…. Yo, en serio no es… ¡Perdón! —Mis lágrimas con la facilidad de siempre, comenzaron a humedecer mis mejillas, pero sacando fuerzas de donde no las hallaba en esos aciagos minutos le dije con firmeza…
    
    —Ya es suficiente Silvia. ¡Me cansé! —Y corté la videollamada, y de paso, apagué mi teléfono.
    
    Almudena por igual realizó la misma operación en el teléfono de Martha. Me giré para ver a Paola, que pasmada por la escena, ni sonreía y permanecía mi rubia tentación con su boca a medio abrir. Martha por su parte me miró con un dejo de compasión y Almudena, ella si sonriente al saberse vencedora, apoyó su mano sobre mi hombro y me dijo…
    
    —Tranquilo Rocky tesoro mío, que esto no es el fin del mundo ni tampoco debe serlo el de tu matrimonio. Corazón, tú también lo presentías, algún día iba a suceder. Tener sexo es el mal menor, pero como te dije hace días, mentir solo… Y la interrumpí abrazándome a ella con fuerza y resignación, para culminar su frase.
    
    —¡Engañar! Ese el mal mayor. Sí, ahora ya lo sé.
    
    —Pao, vamos a tomar algo en otra parte. —Y sin despedirme de Martha y ...