1. El regalo: Un antes y un después (Vigésima tercera parte)


    Fecha: 26/06/2019, Categorías: Infidelidad Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... mujeres o es que… ¿Sus parejas no las dejan? Hombres ustedes también pueden participar!–. Vociferó el animador.
    
    El tal monje que permanecía en el centro de la pista, con los ojos cerrados y en total paz, desanudó la túnica y la lanzó con gran destreza y agilidad, unos dos metros a su derecha, quedando totalmente desnudo. Con sus manos juntas por las palmas, realizó una especie de reverencia y se puso en pie. Exclamación entre los asistentes y ojos desorbitados en la mayoría, incluyendo los míos. De Paola ni hablar.
    
    Un largo falo blancuzco, de por lo menos treinta centímetros, tieso y grueso como el puño de Paola, apuntaba fieramente hacia el techo. Se fue girando con lentitud, demostrando a la audiencia todo su potente esplendor. Tres mujeres y dos hombres de acercaron. ¡Y el monje se dejó hacer!
    
    La primera con la boca lo intentó, dando pequeñas lamidas y succionado aquella verga hasta que se le agotó su tiempo. Luego fue el turno para una rubia, muy blanca, delgada casi escuálida y con los infantiles pechos, coronados por pezones muy rosados. Le habló algo al superdotado y este se acostó boca arriba, la mujer escupió bastante saliva sobre el colorado glande de aquella deidad tibetana y se fue introduciendo por la vagina lo que a bien pudo. Mucho gemido, ojos cerrados y frente fruncida, pero poco movimiento de la pelvis y se agotó su tiempo. Enseguida un hombre joven y algo amanerado, –la verdad sea dicha– abrió su boca y pudo más que la mujer primera. Era una visión escalofriante, pues la garganta del joven se ampliaba a medida que lo introducía, recordándome las imágenes de una boa, regurgitando a su presa muerta. Más no pudo hacerlo por completo y atragantado, casi vomitó, perdiendo así su ocasión.
    
    El siguiente fue un hombre de cuerpo fofo y mayor de edad que yo, muy velludo y culón que abriéndose el mismo las nalgas, acuclillado hizo acopio de valentía y con esfuerzo, se introdujo despacio aquel mástil color del marfil. En sus gestos el dolor y en el publico la algarabía. No llegó a introducirse ni una cuarta parte cuando en medio de un alarido, desistió.
    
    La última fue una mujer obesa y de piel de muy oscura como un tizón. Nalgas protuberantes y con bastante celulitis, tetas inmensas y colgantes con aureolas como arepas y pezones gordos como mi dedo meñique, sin aspavientos y mirando de frente al sereno monje, se introdujo de un solo envión toda la extensión de aquella verga endurecida, más por la concentración mental que por la sangre y la emoción. Agitó las caderas, meneó la cintura y gimiendo, en un alocado ritmo, se escuchaba claramente el chapoteo de sus flujos mezclados con el pausado respirar de aquel artista. Adelante y hacia atrás, después del lado izquierdo al derecho, y en círculos con su vagina encharcada, logró descomponer la impavidez y serenidad del tibetano y a falta de pocos segundos para terminar su tiempo, el rostro del hombre, sonrió agradecido y explotó en la intimidad de la mujer.
    
    ¡La apasionada ...
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