La casera enviciada (4/4) - Relatos Eróticos

La casera enviciada (4/4)

... Ewan.

Por un momento miré a Ewan con el ceño fruncido antes de seguir sus instrucciones... Tambaleándome mientras luchaba por mantener el equilibrio me puse en la posición que me ordenó.

De repente, sin previo aviso, Ewan bajó la rama sobre la planta de mi pie levantado... Me sorprendió y solté un aullido temible, bajando el pie y saltando de dolor.

- “Vuelva a tu posición”, me ordenó Ewan.

Lo miré con ojos suplicantes, pero sabía que no había forma de que cambiara de opinión... Volví a balancearme sobre un pie y luego levanté la planta... De nuevo, la vara me mordió la planta del pie con un dolor insoportable.

No me había dado cuenta de lo tiernos que son los pies... Repetí mi pequeño baile mientras pisoteaba el suelo, tratando de disipar el dolor.

Ewan repitió el castigo hasta que tuve tres ronchas dolorosas en la parte inferior de ambos pies... Las lágrimas corrían por mi cara.

- “Ahora, vístete”, me ordenó Ewan tirando la rama a lo lejos.

Me vestí en un tiempo récord, temiendo que mis gritos de dolor hubieran atraído la atención de algún viandante... Hice una mueca de dolor al ponerme las zapatillas.

- “Esto sólo ha sido un pequeño incentivo para motivarte a hacer mejor tu entrenamiento”, sonrió Ewan.

Abrí la boca para protestar ya que estaba cumpliendo estrictamente su pauta de entrenamiento, pero lo pensé mejor y callé.

Sin decirme otra palabra, Ewan se fue, corriendo por la pista que conducía de regreso a mi casa.

Yo estaba segura de que mi cuerpo no podía correr más, pero Anna me agarró la mano, me besó suavemente en la mejilla y luego me arrastró en la misma dirección.

De alguna manera me las arreglé para arrastrar mis pies doloridos en un lento movimiento hasta que llegamos a la puerta principal de mi casa... Tener a la hermosa y atlética Anna corriendo a mi lado me dio fuerzas para llegar.

Cuando llegamos, la puerta principal estaba abierta, pero no había señales de Ewan... Cuando entramos pude verlo en mi cocina, sirviéndose mi jugo de frutas... Me molestó que entrase y se sirviera a sí mismo, pero no me atreví a decir una palabra.

Le ofreció una copa a Anna, pero me ignoró... Sin decir palabra, bebieron sus zumos antes de verlos caminar hacia la puerta... Ewan se detuvo cuando pasó junto a mí, mirándome con sus intensos ojos marrones y me dijo levantando una ceja:

- “¿No vas a darnos las gracias por venir a por ti para hacer una carrera de entrenamiento?”

Miré a Anna y luego otra vez a Ewan... Dije:

- “Gracias a los dos por llevarme a correr... Os lo agradezco con sinceridad.”

- “Me alegra que lo hayas apreciado... Pronto volveremos hacerlo... Y ya sabes que el miércoles es día de pago del alquiler... Ven el jueves, ya que estoy ocupado el miércoles... Te espero a las 20 horas en punto”, me dijo Ewan sonriendo.

Con ese comentario, me dio unas palmaditas en la espalda antes de que ambos desaparecieran por la puerta principal... Moví la cabeza con desesperación... Estaba ...