La casera enviciada (4/4) - Relatos Eróticos

La casera enviciada (4/4)

La casera enviciada (4/4)

Para poder seguir el hilo del relato debe leerse los capitulos anteriores.

Capitulo 4.- Nada mejor que dar un incentivo

No estoy segura de cuánto tiempo estuve suspendida en la oscuridad del garaje, pero creo que pasó cerca de una hora antes de que regresaran en silencio, desataran mis tobillos y las cuerdas que me suspendían en el aire.

Me dolía todo el cuerpo por los golpes recibidos y la tensión de estar suspendida del techo... Anna me brindó apoyo para ayudarme a caminar hacia el interior de la casa e incluso me ayudó a vestirme porque me dolían mucho los hombros y los brazos por haber soportado mi peso.

De alguna manera me las arreglé para conducir a casa, por lo que me desplomé en la cama y me quedé dormida por el agotamiento.

Aunque estuve magullada durante unos días, las ronchas en mi espalda desaparecieron sorprendentemente rápido... Mi actitud hacia Ewan y Anna y el castigo que estaba recibiendo al ponerme en sus manos, definitivamente me había cambiado.

Aunque no entendía lo que me estaba sucediendo a nivel emocional, sólo sabía que la increíble intensidad de estas sesiones era muy alta para mí… Me sentí más viva de lo que creo haber estado en toda mi vida.

Ahora hacía ejercicio y dieta con más vigor… HHice todos los ejercicios aeróbicos y de carrera que Ewan me había preparado, y me aferré totalmente a la dieta... Las personas con las que me relacionaba comenzaron a notar un cambio en mí.

Estaba más relajada y aceptaba las fragilidades de la gente... También me llené de orgullo cuando un par de personas notaron que había perdido peso.

Temprano en la mañana del sábado de la semana siguiente estaba acostada en la cama en una neblina adormilada cuando escuché un golpe en mi puerta.

Gruñendo por la desconsideración de la gente, bajé las escaleras en bata y zapatillas... Me sorprendió cuando abrí la puerta y encontré a Ewan y Anna parados allí, vestidos con ropa deportiva y sudando.

- “Vamos a correr por el parque”, me dijo.

Anna estaba alegre y llena de entusiasmo... El parque estaba a casi un kilómetro de distancia de mi casa... Era una pequeña reserva de vida silvestre con un sendero circular para correr por él.

Mantuve la boca abierta por la sorpresa... Una carrera, con estos dos fanáticos del fitness, no podía ser posible para mí.

- “Gracias por la oferta, pero no”, sonreí cortésmente para negarme.

Podía imaginarme arrastrando mi cuerpo de 42 años, luchando por mantenerme con estos adolescentes en excelente forma... Era una humillación de la que podía prescindir... A pesar de que había comenzado a correr como parte de la rutina de ejercicios de Ewan, todavía no estaba en buena forma física y solo lograba correr distancias cortas antes de quedar exhausta.

- “¿Por favor?”, suplicó Anna, todavía sonriendo.

- “No”, le respondí.

- “Sí”, dijo Ewan en voz baja pero con firmeza.

Cuando miré a Ewan, sus ojos estaban clavados en los míos... Tenía esa mirada de ...