1. La amiga de mi madre, tan deliciosa como su hija


    Fecha: 05/06/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos

    ... reaccionara, y se sorprendió cuando descubrió que la mía, que no llegaba a treinta años, si la acariciaban, respondía.
    
    —¡Joder no se le puede gastar una broma! —se rió al verla apuntar hacia ella.
    
    —Con las cosas de comer no se juega.
    
    Y como si hubiera entendido que era una invitación a comérsela, se deslizó como una serpiente a lo largo de mi cuerpo, besando todo lo que encontraba a su paso, como una poderosa arma de guerra destructora, hasta que llegó a su objetivo.
    
    La visualizó, la catalogó, «polla joven, de dieciséis centímetros, seis de diámetro, firme, orgullosa, apuntando directamente hacia mí. Tengo que neutralizarla» y como si tuviera que salvar a un batallón, se irguió sobre mí, y se lanzó sobre ella, atrapándola con sus manos, engulléndola en su boca, creyendo que así la desactivaba, obteniendo el efecto contrario. Activó un arma de penetración masiva, que deseaba follarle la vagina antes que la boca. Aprovechando su posición alzada sobre mí, solo tuve que obligarla a que se adelantara, y la esperé con la bayoneta calada, a que se acercara a mi línea de ataque, donde le ensarté la polla en su coñito, entrando a la primera, sin encontrar barreras de defensa.
    
    —Mmm hazme disfrutar Pablo, nunca había disfrutado así del sexo. No tengas prisa, Follame despacio.
    
    Marqué un ritmo de marcha, constante, pero sin asfixiar. Iba aleccionándome durante la caminata, «así, sigue, me gusta, mmmm que rico». Gemía cada vez que le acariciaba las areolas, no abría los ojos, no sé si por miedo a asustarse de tener debajo a un jovencito, o porque de esa forma era capaz de controlar mejor sus efluvios. Yo me dejé llevar, disfrutaba sin llegar a mi zona de exigencia, como buen corredor de fondo sabía que la carrera era larga. Y cuando cayera derrotada, la sometería a mi ritmo.
    
    Su galopar calmado era incansable, no resistía más, no por estar cerca de correrme, sino por el rozamiento que producía en mi polla el aplastamiento contra su coñito, cada vez que se dejaba caer sobre ella. Decidí que era el momento de pasar al ataque, y que me siguiera o se quedara. Me giré sobre ella sin sacarla, la abrí en cruz, comencé a galoparla, como si me persiguiera una banda de indios, magreé sus pechos redondos, flácidos en esa posición, pero de piel sedosa, acerqué el pulgar a su clítoris, vi a través del iris de sus ojos encendidos, que estaba a punto de chillar, y descargué la pólvora que aún quedaba en mi pistola sobre su vagina. Ella aún seguía en su climax, estaba empezando a controlarse. Deseosa de que la rematara, me deslizó hacia abajo, a la vez que subió su pelvis hasta la altura de mi boca, y abriendo sus piernas me ofreció su coñito abierto de par en par. Hacía tiempo que no me comía un coñito sin depilar, cuya frondosidad, escondía unos labios deseosos de ser besado, chupados, absorbidos, sacando de ellos todo su jugo.
    
    —Joder cabrón, nunca me han comido así el coño. Sigueeee…
    
    Tuve que mantener mi pulgar firme sobre el botoncito de su ...