1. La amiga de mi madre, tan deliciosa como su hija


    Fecha: 05/06/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos

    ... follar.
    
    Escucharla hablarme con esa confianza de un tema tan íntimo, me excitó. El sexo con Concha, la dueña del pub, y amiga de la infancia de Elena, funcionaba de miedo. Menudo morbo, una amiga de mi madre, diferente a su hija, pero muy sensual.
    
    —¿Y qué otros hobbies tienes? —pregunté para apartar de mi mente esos pensamientos.
    
    —Me gusta leer. Hacer pequeños viajes, salir a tomar el aperitivo por el centro de Madrid. También me gusta bailar, pero nadie me invita.
    
    —Será mi regalo de Navidad, si quieres después te llevo a un sitio, aunque no sé si estará abierto hoy.
    
    —¿En serio? ¿Sabes bailar?
    
    —Hoy día si un chico no sabe bailar, está muerto ligando.
    
    El Camelot, ubicado en un lugar palaciego, junto a un convento medieval, estaba abierto, aunque a media entrada. Iba con frecuencia porque además de cómo disco, funcionaba como sala de exposiciones o presentaciones de eventos.
    
    —¡Qué chulo! Me gusta el sitio.
    
    —A tu nivel. Un sitio monumental, con clase, y al que viene gente joven.
    
    —¡Qué zalamero eres! Demasiado jóvenes para mí.
    
    Nos pedimos dos gin tonic, y solo le había dado un trago, cuando me miró esperando mi reacción-
    
    —¿Eres de los tíos que se queda en la barra mirando?
    
    Dejé la copa, y la cogí de la mano hasta la pista. Era una de esas melodías latinas que nunca sabía si era merengue, bachata o qué coño. La cogí de la cintura con uno de mis brazos y con el otro le di la mano, situé una pierna entre las suyas y empecé a moverme. La música la cambió, Estaba terriblemente sexy, marcando los pasos a golpes de cadera, exhibiendo su generoso culo. La miraba y pensaba que deseaba follármela, pero era la amiga de mi madre y debería ser prudente.
    
    Llevado ya de la sensualidad de la música, y sin dominar los pasos, apretaba mi cuerpo contra el suyo, disfrutando del roce de sus pechos que vibraban con el movimiento, asomándome con descaro desde arriba, por el holgado cuello de su camisa, una maravillosa vista de sus pechos, generosos y redondos. El roce de su cuerpo me estaba excitando por momentos, cada vez pegaba más su pierna, podía sentir la agitación de mi polla en su muslo. Su sonrisa confirmó que lo percibió, y lejos de retirarse, aceleró el roce de su muslo en mi entrepierna.
    
    Nos sentamos a terminar el gin tonic, y a que se me pasara el calentón, mientras ella sonreía divertida.
    
    —Que bonita es la juventud, la música “levanta” el ánimo.
    
    ¿Me provocaba o simplemente era una situación divertida?
    
    —Necesitaría alguna clase más de baile, que pena que te marches —le dije.
    
    —Mañana cogeré el tren de las diez. Si quieres continuar las clases tendrás que venir a Madrid —su forma de decirlo era ambigua, sonreía, pero no era capaz de interpretar una invitación directa.
    
    —Hace mucho que no voy a la capital —de repente se me iluminó la mente—. Si me invitas a un aperitivo por el centro, te llevo a Madrid.
    
    —¿En serio? No me apetece nada el tren. La invitación dala por hecha, con lo bien que te has portado ...
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