1. La amiga de mi madre, tan deliciosa como su hija


    Fecha: 05/06/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos

    ... lengua satisfecha de vermut, pero sedienta de besos.
    
    —¿Sabes lo que estás haciendo? —me preguntó.
    
    —Ofrecerte un polvazo.
    
    —¿Quieres echar un polvo rápido sin más?
    
    —Puede haber un polvo, o —recordando que dijo ser muy sexual— cinco.
    
    —Dame una razón para no echarte de mi casa.
    
    —¿Una? que estás deseando que te folle.
    
    —Aparte de esa.
    
    —Dijiste que solo follas con quien te sientes bien. ¿Cómo te sientes?
    
    —Dejando a un lado que eres el hijo de Catalina, y que te saco casi treinta años … ¡de puta madre!
    
    —Entonces Elena, disfrutemos del momento.
    
    —¿Carpe diem?
    
    —¿Porque no?
    
    Se quedó dudando, un tiempo que se me hizo eterno, por miedo a que se arrepintiera.
    
    —Nunca he estado con un chico tan joven, y estoy desentrenada, llevo tiempo sin hacerlo. Ve despacio.
    
    Le firmé con mis labios el acuerdo. Estábamos los dos mareados, apenas podíamos besarnos, acariciarnos, masajearnos. Se quitó la camisa sin desabotonar, se despojó de su vaquero, y se mostró ante mí con su ropa interior, con un cuerpo que no podía ocultar su edad, pero con una sensualidad que la hacía tremendamente deseable. Tardé nada en desnudarme antes de que se arrepintiera de lo que estaba ocurriendo.
    
    Con el morbo que me generaba tener a esa la amiga de mi madre desnuda frente a mí, la abracé mientras taladraba su boca con mi lengua, y mis manos, se deslizaban por dentro de su braguita. Sus gemidos me excitaban aún más. Nos besamos ya sin freno, nuestras bocas querían alimento además de bebida. Me ofreció libre de conciencias su pecho, para que me emborrachara. Su copa encajaba perfectamente en mi boca, que parecía haber sido diseñada a medida de ellos. Animado por sus gemidos, que componían toda la sinfonía del orfeón donostiarra, mezclando agudos y bajos, la tumbé en la mesa en posición horizontal, con sus piernas abiertas al placer, pareció darme fuerzas, porque volví a empujar contra ese coño ávido de sexo, al que no dediqué preparativos ni juegos. Se sentía aún cortada, llevaba mucho tiempo en el banquillo, pero yo la iba hacer debutar a lo grande.
    
    Apreté, ella se abría, estaba saciada de alcohol, pero hambrienta de polla. Me costó abrirla, más que a su hija. No conseguí meterla entera, pero acabé pronto. El primer combate lo podíamos declarar nulo, porque nos corrimos a la vez. Me sonrió relajada, aunque no sabía si yo le había dado lo que esperaba.
    
    —Nos hemos ganado una siesta, no tenemos prisa Elena.
    
    Al despertar la encontré observándome, parada. El contraluz de la ventana perfilaba un rostro sensual. Se acercó, me mostró una cajita con lubricante.
    
    —Con esto irá mejor. Te dije que llevaba demasiado tiempo sin hacerlo.
    
    Me miró sonriente. Abrió sus brazos, me abrazó y al oído me confesó que era mía por entero, que, ya que se iba a condenar por dejarse follar por un jovencito, la pena sería la misma por uno que por cinco. Le gustaba follar, y yo iba a darle el placer que llevaba meses reclamando. Sin dejar de besarme, cogió mi polla, ...
«12...567...10»