1. La amiga de mi madre, tan deliciosa como su hija


    Fecha: 05/06/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Juan, Fuente: TodoRelatos

    ... han atraído. Lo decía por ti —me atreví a dar un paso, sin lanzarme del todo, escudado si me apretara en los vinos.
    
    —Lo supuse por tu forma de mirarme al decirlo, pero una mujer no debe parecer que se lo cree. Siento que estos días ha surgido una cierta química entre nosotros, no sé bien de qué tipo, y aunque me resulta extraño estar hablando así contigo, no me siento incómoda.
    
    —A mí me ocurre igual. Siempre me caíste bien, pero como una señora mayor amiga de mi madre. Anoche, cenando, bailando, sentí que no eras esa señora, te veía como una amiga con la que salía.
    
    El tema estaba subiendo de tono, yo no pensaba frenarme, pero ella consideró que debíamos parar.
    
    —Si te dijera que no lo noté, te mentiría, yo también percibí tu excitación al contacto de nuestros cuerpos, pero ambos somos sensatos —se quedó callada, antes de proseguir—, lo que nos permite continuar disfrutando de este magnífico aperitivo, sin eludir hablar con naturalidad de lo que pensamos.
    
    Íbamos recorriendo diferentes lugares, picando tapas a la vez. Al salir del segundo garito, se colgó de mi brazo en la calle, y reíamos de todo, sin barreras. Habíamos abierto el melón y creía que, al haberlo verbalizado, estaba a salvo de tentaciones.
    
    En el tercer bar, pedimos una carne que nos trocearon en taquitos, para acompañar la bebida que iba animándonos. Con una caña, un vino y un vermut que traíamos, más las dos copas de vino y el chupito de pacharán por cuenta de la casa, ya andábamos tocados, ella un poco más.
    
    —Uff, menos mal que no hay que coger coche, solo tenemos que encontrar el portal y la llave —se rió.
    
    —Lo paso muy bien contigo. ¿Puedo invitarte a cenar esta noche? —le propuse.
    
    —¿Comer más? Deja primero que se nos pase la modorra.
    
    La cogí de la mano hasta su casa, sin dejar de hablar y reírnos. Habíamos alcanzado una complicidad increíble.
    
    —No estás para conducir. ¿Por qué no subes y descansas un poco? —Me ofreció.
    
    Una vez en casa, considerado puerto seguro, se quitó los zapatos, me indicó el bar y el frigorífico, y serví unos chupitos de crema de orujo. Nos reíamos de como habíamos cogido esa trompa, estaba desenvuelta. «Por favor, de esto a Leni ni mus».
    
    —¿Cómo voy a decirle a tu hija que ayer me provocaste un calentón bailando agarrados, que he venido a Madrid solo por seguir estando al lado de su madre, y que estoy loco por follármela?
    
    —¿¡¡Qué!!?
    
    —Que parte es la que no has entendido. ¿Qué me pusiste a cien bailando, o que estoy loco por follarte?
    
    —Lo que estás es loco del todo —dijo riéndose—. Pero suena bien en un chico atractivo.
    
    Callé su frase besándola, a lo que no reaccionó, ni tampoco rechazó.
    
    —Para Pablo. Me has cogido por sorpresa —exclamó.
    
    —Pues ahora, lo repetimos, avisándote, sin forzar.
    
    Acerqué mi boca a la suya, manteniéndola separada. Me miró con los ojos vidriosos sonrientes, y acercó su boca. La besé de nuevo, y vencí su resistencia en cinco segundos, abriendo sus labios en canal, y recibiendo su ...
«12...456...10»