1. Me convierto en sumisa en un sex shop


    Fecha: 18/03/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: kittysumise79, Fuente: TodoRelatos

    ... a ambas, me excitaba; al igual que lo hacían sus labios.
    
    Un remolino de placer creció contrayendo mi útero, comenzó a mordisquear mi clítoris y a succionarlo fuertemente hasta catapultarme al gozo más exquisito. Al segundo dedo le siguió un tercero. Y el tipo que nos miraba se sacó la polla mirándome.
    
    La tenía gruesa, venosa y por un instante deseé que Lorraine me pidiera que me pusiera de rodillas y la engullera llamándome puta.
    
    La imagen fue tan potente que me corrí en su boca abundantemente y ella bebió todo lo que tenía para darle. Siguió metiéndome los dedos hasta que encadené con otro orgasmo y con otro, parecía no tener fin. El cliente se acercó todavía más. Yo no podía dejar de jadear, de suplicar, de dar gracias, de implorar que me hiciera suya.
    
    Como si intuyera que había alguien más y fuera capaz de leerme la mente. Dejó de comerme el coño miró hacia el cliente y volvió la vista hacia mí.
    
    —De rodillas y que no se te escape nada, putita.
    
    Cabeceó, para indicarle que podía terminar en mi boca.
    
    Me dejé caer al suelo de rodillas, separé los labios y dejé que aquel desconocido me llenara de carne palpitante, que sus pelotas rebotaran en mi barbilla y la garganta me diera arcadas ante su gran tamaño. Nunca había tenido una tan grande.
    
    —Mama, putita, eso es, déjasela bien limpia, traga su leche, traga.
    
    Sorbí con fuerza, mientras Lorraine se ponía detrás de mí sacaba mis tetas por encima del corsé, me pellizcaba con fuerza los pezones y después se ponía azotarme el coño. Era todo tan intenso que no podía dejar de mamar hasta que el hombre gritó y su leche inundó mi esófago.
    
    Sorbí, tragué y volví a correrme, esta vez entre los dedos de Lorraine.
    
    Cuando terminamos yo me sentía temblar, era incapaz de decir o hacer nada. El hombre se retiró. Se guardó su polla reluciente y se marchó.
    
    Lorraine me tendió la mano para que me pusiera en pie. Me sentía desfallecer. Fue en busca de una toallita húmeda para asearme. Con cuidado lo pasó entre mis pliegues dejándome lista para ponerme el tanga.
    
    —Ha sido un aperitivo fantástico, sabes a gloria, preciosa. Ahora voy a probarte el tanga. Puso la pieza entre mis piernas, llevaba un plástico para no mancharlo, lo anudó en los laterales de mis caderas y cuando salió de delante de mí me maravilló ver las fauces de un gato en cristales blancos justo en mi pubis.
    
    —Es precioso, me encanta, Lorraine —ella sonrió.
    
    —Vaya, así que no se te ha comido la lengua el gato al fin y al cabo —me hizo gracia su frase, se me veía espectacular—. Me lo quedo todo, me encanta.
    
    —Como para no gustarte, estás de infarto. Déjame que te lo quite, necesitarás ayuda para ponértelo, sola es imposible. Si quieres, te daré mi teléfono y si necesitas ayuda, yo puedo dártela cuando quieras sorprender a tu marido.
    
    Me guiñó un ojo.
    
    —No sé si le gustaría la idea.
    
    —Créeme, en peores plazas he toreado, y tú me necesitas. —Me cogió la cara con los dedos y me dio un beso con lengua que ...
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