Me convierto en sumisa en un sex shop - Relatos Eróticos

Me convierto en sumisa en un sex shop

Fui a la tienda erótica que quedaba más cerca del trabajo. Llevaba tiempo que la relación con mi marido se había estancado y decidí sorprenderlo con algún conjunto sexy. Caminé entre los distintos dildos, pezoneras y artilugios de lo más variopintos con curiosidad.

Mi marido no era de usar juguetes por lo que en casa no teníamos ninguno. Noté que los pezones se me endurecían al pasar por la zona de los elementos de cuero. Imaginarme sometida a la voluntad de otra persona despertaba en mí mucha curiosidad, pero mi marido tampoco era de los que le gustaba dar órdenes.

Me hubiera encantado que me pidiera que le mandara una foto desnuda mientras estaba en el trabajo, o que me plantara en un bar sin ropa interior mientras fingíamos ser dos desconocidos y él me metía mano.

Pero sabía que eso no ocurriría por lo que solo podía limitarme a comprar algún atuendo de lo más pícaro.

Soy rubia, voy a cumplir los cuarenta y cinco, tengo un pecho generoso y muchas ganas de sexo.

Ya ni me acordaba de la última vez que lo hicimos.

Di con las prendas de ropa, paseé la vista entre la que había pero ninguna llamaba mi atención. La dependienta se acercó a mí, era una mujer alta y morena que vestía un corsé muy llamativo fucsia y negro sobre unosleggings de piel y unas botasfetish de plataforma. Era exuberante, ideal para esa tienda. O eso me pareció. No era mucho más mayor que yo, debía rondar los cincuenta y era muy atractiva.

—Hola, preciosa, ¿puedo ayudarte? —tal vez sí necesitaba algo de ayuda.

—Bueno, lo cierto es que no me vendría mal, busco algo especial —estaba un poco avergonzada, ¿cómo explicarle lo que buscaba?

—Tranquila, preciosa, aquí he visto y oído de todo, no me escandalizaré por lo que puedas pedirme, el sexo es sexo y cada uno lo vive a su manera —su forma de mirarme me reconfortó—. Cuéntale a Lorraine cuál es tu fantasía —pasó un dedo por mi brazo desnudo y me recorrió un escalofrío. Era muy alta, debía medir metro ochenta y cinco con esas botas, era delgada y de curvas modestas pero les sacaba mucho partido con el corsé que llevaba.

—Bueno, es que mi marido es muy tradicional y quería sorprenderlo con algo que despertara su líbido. Mucho, muchísimo —dije un pelín avergonzada.

—Entiendo. ¿En qué prenda estabas pensando?

—Quizá un corsé, que luzca mis curvas y me favorezca mucho. —Ella me miró, observando mi cuerpo.

—Necesito verte, ven conmigo al probador y te traeré algo —la seguí y entramos juntas, no era muy amplio—. Quítatelo todo, te tomaré las medidas, tengo una colección nueva que no está expuesta, creo que puede encajar con lo que buscas.

—¿Me lo tengo que quitar todo? —pregunté ruborizada. A ver era una mujer pero, no sé, me resultaba violento y a la vez excitante. Siempre tuve un punto exhibicionista que no había terminado de experimentar.

—Sí, tesoro, todo —me quité la blusa, la falda y ya solo me quedaba la ropa interior. Me sentía un tanto incómoda frente a esa mujer que me miraba ...