1. Una esposa latina


    Fecha: 01/06/2019, Categorías: Infidelidad Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... presencia de su pezón izquierdo.
    
    La abnegada esposa se desvivió al proporcionarme una mamada espectacular, ostentosa y elaborada, unas veces insistente y otras más variada, siempre cariñosa, húmeda, libidinosa, terriblemente codiciosa. De manera que a mí no me quedó otra que asumir la derrota, pues lo de aquella fascinante mujer no era normal: sus ojos de gata, su lengua de serpiente, sus fauces de loba… Y si bien en el último instante Diana sacó mi pollón de entre sus labios para que yo me corriera sobre su linda cara mestiza…
    
    —Ah, no. Eso sí que no —la censuré.
    
    Y tras un tenso himpás de espera de apenas un segundo, la venezolana abrió repentina y desmesuradamente los ojos, cogida por sorpresa y en la boca, sorprendida ante el tremendo chorro de esperma que en un momento inundó el escaso espacio oral que le restaba.
    
    Traga, bonita. Traga —la insté acariciando su pelo negro— Eso, así… Muy bien. Chupa, preciosa… ¡Ogh, joder! ¡Qué maravilla!
    
    En verdad fue alucinante. Aquella latina madura, caliente y loca, no tuvo reparo en mostrar el esperma que aún tenía dentro de la boca. Lo saboreó gustosa, traviesa, jugando con su lengua ante mis ojos, tragando con deleite, confirmándose como otra ferviente entusiasta de la lactancia materna, mamando con ganas acto seguido, aspirando, recorriendo mi uretra con la yema de su pulgar y chupando esa última porción cremosa, espesa, perezosa que ella misma había logrado extraer de mis pelotas.
    
    —¡Ummm! ¡Cuánta lechita! —exclamó con admiración.
    
    —¿Te ha gustado?
    
    —Deliciosa —aseveró mordiéndose con frenesí el labio inferior— Y qué pija tan grandota. Me ha cogido muy rico, doctor.
    
    Deliberadamente, Diana prosiguió proporcionando lametones esporádicos a mi miembro mientras yo trataba de explicarle cuál había sido su error.
    
    —Los relajantes musculares no los puedes utilizar de continuo, para eso es mejor el otro medicamento, el neuroléptico —intenté clarificar, indicando cual era dicho fármaco— Ésta déjala para los sábados, cuando te apetezca salir a darle alegría a tu cuerpo.
    
    Diana rió con malicia, bromeando con que la siguiente noche de salsa, cumbia, bachata y chácháchá, acabaría viniendo a urgencias a que yo le diera un poco de mambo.
    
    —...porque sé que te has quedado con las ganas de cogerme la cola, pendejo.
    
    —¡Y tú también, morocha! —repliqué, asestándole una sonora palmada en el trasero— Y tú también…
    
    La jovial esposa se rio a carcajadas, traviesa, con complacencia, levantándose la falda para provocarme y perreando con renovada calentura.
    
    —No puedes esperar, ¿verdad?
    
    Dianan negó con la cabeza, contoneando su provocador trasero en una espiral infinita. Hasta que yo no aguanté más y me incliné en una marcada reverencia para comerle el trasero y hacer acopio de lubricación en su sexo.
    
    La audaz latina no miró atrás en ningún momento, no rezongó ni imploró delicadeza a unos dedos premonitorios. Se dejó hacer, confió en mí y yo me entretuve hasta que su esfínter al fin se ...
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