1. Una esposa latina


    Fecha: 01/06/2019, Categorías: Infidelidad Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... estaba mientras la pareja y yo pasábamos a la consulta.
    
    Se llamaba Diana, mediría un escaso metro sesenta y a pesar de sus cuarenta y tantos años parecía mucho más joven. Es algo muy común entre las mujeres latino-americanas: cara redonda, ojos almendrados, nariz chata, grandes mofletes y labios carnosos, facciones juveniles que en conjunto hacen parecer a las latinas maduras más jóvenes de lo que son en realidad.
    
    Al dejarla pasar no pude evitar fijarme en lo bien que le quedaba aquel vestido corto, de verano, ceñido, sin mangas, de alegres franjas horizontales blancas y azules, y un cinturón a la altura de las caderas puesto ahí con el libidinoso cometido de acentuar la rotundidad de sus nalgas.
    
    No obstante, una difuminada cintura hacía pensar que la joven esposa debía haber sido madre con anterioridad a su matrimonio con aquel señor a quien ahora acompañaba, y aún así era una mujer llena de curvas. Me quedó claro en cuanto estuve sentado enfrente, al otro lado de la mesa. Tras una fugaz ojeada a su adormilado esposo, y sin demasiado disimulo, me la quedé mirando un par de segundos de modo apreciativo. Aunque apenas tuviera escote, el vestido de Diana esbozaba el comienzo de unos hermosos senos del mismo modo, sexy y provocativo, en que por atrás perfilaba la contundente circunferencia de su trasero.
    
    —¿Nombre?
    
    —Alfonso Pérez —respondió ella sin dar tiempo al marido para abrir la boca— Pues es que duerme muy mal, y el jueves pasado el médico le añadió otra pastilla, pero nada. Dos días lleva sin dormir.
    
    Guardé silencio y empecé a leer en el ordenador las anotaciones que mi compañero había escrito en la historia clínica del esposo, de 68 años de edad. Efectivamente, su médico había añadido un tranquilizante neurológico al relajante muscular que ya tomaba, pero además había dejado un comentario al margen: “OJO. La mujer lo quiere tener dormido todo el día. Vigilar posología y abuso de medicación”.
    
    Aquella advertencia confirmó todas mis sospechas. Diana no era solo una latina de curvas fabulosas, sino una mujer sinuosa, embaucadora, tramposa. Perfectamente vestida y maquillada para salir a divertirse, la pobre no había logrado que su esposo se quedara dormido.
    
    Lo cierto era que no la culpaba, se había casado por el interés con un hombre mayor, achacoso, feo, panzón y con los habituales problemas de insomnio de la edad. Su marido tendría de sobra con dormir cinco horas al día y, en caso de dormir la siesta, menos todavía.
    
    Miré al hombre a la cara. Estaba como atontado, estuporoso, medio dormido, como si en vez de un par de pastilla se hubiese tomado media docena o un par de copas de brandy, y aún así no cerraba los ojos. Lo llamativo era que Diana parecía estar más molesta con los problemas de sueño de su esposo que el mismo.
    
    —¿Cuánta medicación le ha dado en las últimas cuatro horas? —inquirí.
    
    —Lo que el médico le ha mandado, pero nada, no se duerme.
    
    Al no estar en absoluto convencido de que Diana hubiese dicho la ...
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