1. El video (VI)


    Fecha: 30/05/2019, Categorías: Gays Autor: Fran, Fuente: TodoRelatos

    ... necesitaba de manera imperiosa sentirle dentro de él, que le poseyera. El teniente accedió. Él también lo deseaba, pero tampoco se había atrevido a proponerlo. Se quedó tumbado en la cama mientras Felipe se la mamó para endurecérsela. Luego se colocó a horcajadas sobre él, dejó caer el cuerpo y se la clavó por fin. Julio exhaló un intenso gemido que retumbó en la habitación acompañado del sollozo de Felipe al sentir la polla taladrándole el ojete. Comenzó a balancearse más que cabalgar porque su pequeño tamaño imposibilitaba esa práctica, pues probablemente se escaparía de su agujero. Julio empujaba la pelvis contra las nalgas, apretaba con fuerza y se lamentaba una vez más de la escasez de centímetros, ya que tenía la sensación de que apenas podía llenar el culo de su amante, que absorbía su rabo con demasiada facilidad. Felipe le repitió que no se preocupara y disfrutara, que él lo estaba haciendo. Su experiencia le valió para calcular sus movimientos, balancearse en su justa medida para sentirla entera deslizándose por su esfínter. Se inclinó para besarle en el cuello percibiendo el aliento de Julio en su oreja. Le hubiese besado, pero tampoco se habían atrevido a dar ese paso. Para el teniente no debía de ser fácil besar apasionadamente a otro hombre. Acurrucado junto a él, con sus mejillas frotándose y la respiración acelerada, Julio continuaba embistiéndole cada vez con más vehemencia. Sus rostros se rozaban como los perros que buscan caricias, entre jadeos que se perdían en el aire y que parecían implorar algo más: una boca donde ahogarlos. En el arrebato que precede al éxtasis los labios del teniente buscaron los de su sargento. Y se encontraron. Sin embargo, la lengua de Julio Mendoza no estaba aún muy receptiva. Felipe se contentó con aquel beso espontáneo y superficial, casi mecánico.
    
    —Córrete dentro.
    
    —¿Seguro?
    
    Así lo hizo, entre convulsiones de sus músculos y un desgarrador gemido que retumbó en aquellas cuatro paredes. Felipe notaba cómo los chorros de leche le invadían el culo para luego deslizarse en busca de una salida. El rabo del teniente salió, desfallecido, por sus propios medios, así que se quitó de encima y descansó a su lado.
    
    —¿Tú no te corres? —le preguntó Mendoza.
    
    —Estoy bien —suspiró.
    
    Aquella fue la noche en que Julio se quedó a dormir. No hubo abrazos, nicucharas ni más besos. Un par de caricias y un par de palmadas en el pecho. Cuando Julio comenzó a roncar Felipe se masturbó contemplando su cuerpo. No necesitó más para excitarse. Disfrutó de una paja lenta y silenciosa imaginándose que le rozaba, le acariciaba y lamía cada centímetro de aquella piel madura cubierta de una espesa capa de vello. Felipe se corrió sigiloso y prudente, como era él cuando estaba cerca de Julio. Pero esta tarde, tras hablar con Guillermo y, espoleado por las buenas noticias, se acercó a la mesa de Julio para compartir su alegría con él. El teniente se levantó y le dio un abrazo afectuoso mientras le felicitaba por su labor ...
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