El video (VI) - Relatos Eróticos

El video (VI)

... Martín se despegó de los labios para besarle en el cuello o detrás de la oreja a un ritmo algo más vivaz. Descendió hacia el pecho, luego al vientre y finalmente a su polla, que comenzó a lamer sin más demora. Jorge le acariciaba el pelo con una mano mientras la otra aferraba las sedosas sábanas arrugándolas entre sus dedos. Le encantaba el sexo de esa manera, tranquilo, más que el arrebato de los lavabos con Ricardo. Había intentado provocarle y había salido escaldado. Ya pensaría en él cuando todo lo relacionado con el video se solucionase. Ahora quería centrarse en Martín y complacerle. Le agarró por las axilas tirando de él a fin de recuperar sus labios. Repitió los pasos que el otro había dado. Degustó su rabo entreteniéndose con ese delicado trozo de piel sobrante que le cubría el capullo, deslizándolo hacia atrás para chupárselo y apreciar todos sus matices. Martín se giró hacia él para fundirse en un sesenta y nueve de lo más placentero para ambos, chupando al unísono y ahogando sus jadeos en sus gargantas ante la presión que ejercían sus pollas.

—¿Te va la penetración?

—No me hace falta. ¿A ti?

—Tampoco.

Se conformaron pues con aquella postura en la que se daban placer mutuo con calma, saboreando cada milímetro de la verga del otro desde la punta hasta la base, intercalando los pausados movimientos con succiones un tanto más resueltas e igualmente placenteras. Se corrieron con una paja mientras se besaban, tumbados uno junto al otro, arrojando su semen sobre su propio vientre entre espasmos comedidos y sollozos amortiguados fruto de su carácter extremadamente correcto.

Martín se marchó un rato después despidiéndose con otro tierno beso al tiempo que sacaba de su bolsillo una tarjeta de visita con sus datos de contacto a modo de invitación para un segundo encuentro. Jorge la guardó después de grabar su número en el iPhone y enviarle un mensaje con el que también dejaba claro que quería repetir.

***

El sargento Felipe Silva colgó el teléfono con una sonrisa de oreja a oreja. Acababan de confirmarle que el video del chaval ya había sido eliminado de la red y se habían rastreado los dispositivos que lo habían compartido. Apuntó un par de nombres, los mismos que el denunciante había mencionado. Llamó a Guillermo para contárselo, tranquilizándole con que todo había acabado ya y no tenía de qué preocuparse. Había sido todo muy rápido, prácticamente una semana. Tan apresurado como su relación con Julio, que avanzaba a pasos agigantados.

Habían compartido todas las tardes de aquella semana y una noche en la que se quedó a dormir. Aquel día rompieron la monotonía anclada en las mamadas que le dedicaba parsimoniosamente en el sofá. No solo cambiaron el salón por el dormitorio, sino que en esa cama ascendieron a un nuevo peldaño. Felipe le preguntó a Julio un poco cohibido si quería penetrarle, temeroso de que un paso más pudiera estropearlo todo. No era que se hubiese cansado de lo que tenían, sino que repentinamente ...