El video (VI) - Relatos Eróticos

El video (VI)

... alumno irrumpiera en su cueva.

—¿Alumno del máster, dices? Solo lo impartí un par de años.

—Pues qué suerte tuve entonces.

El semblante de Paco se relajó al fin. En él algo cercano a un mohín de orgullo o la remembranza de tiempos mejores. Marcos le contó por qué había estudiado aquel máster, todo lo que le había ayudado y la admiración que sentía por la pasión con que hacía su trabajo. Recordó las correcciones que había hecho a su Trabajo de Fin de Máster achacando, precisamente, que le parecía demasiado frío, muy académico. Para él las palabras debían fluir, viajar de un país a otro, de la mente de un escritor a la de otro que debía saber interpretarlas manteniéndose fiel y al mismo tiempo dotarlas de un nuevo significado. La charla les llevó al atardecer, a un momento de esparcimiento descorchando botellas de whiskey. Marcos no estaba habituado a las bebidas de alta graduación, pero aquella tarde la necesitaba más que nunca. El timbre sonó. El dueño de la casa lo ignoró, sin molestarse a levantarse para mirar quién llamaba al otro lado. Sabía perfectamente la razón, aunque desconociera cuál de sus vecinos iba a buscarlo para sodomizarle.

—¿Y qué te ha traído a cotillear los buzones de mi portal? —retomó el anfitrión.

—Uno de sus vecinos. Le he seguido desde el trabajo y me traído hasta aquí.

—Vaya… ¿Eres un acosador o solo un joven psicópata?

Marcos le contó la historia de su hermano y el video, el papel de Ricardo y su deseo de venganza. Le gustó poder desahogarse, aunque al tiempo que lo hacía se dio cuenta de lo infantil que sonaba.

—¿Y cómo pretendías vengarte?

—No sé, colándome en su casa para jaquearle el ordenador o robarle el teléfono móvil.

—No era muy buen plan, permíteme que te lo diga.

—Es que siento tanta rabia que me he dejado llevar por el odio. Si pudiera le mataba con mis propias manos. No sabes el daño que ha causado.

—Tendréis que confiar en la justicia. La Ley del Talión no funciona en la vida real como nos muestran en las películas. Pero bueno, yo podría ayudarte. Conozco a Ricardo más de lo que imaginas, aunque no tengo la suficiente confianza con él como para pedirle que baje a casa cuando yo quiera. Suele hacerlo, pero solo cuando a él le apetece. Podría haber sido quien ha llamado antes a la puerta, o quizá le dé por venir más tarde, mañana o pasado. Debo de tener tu email por ahí, así que ya te contactaré cuando consiga algo que te sirva para tu venganza. Eso sí, quiero algo a cambio.

Marcos asintió con curiosidad. Frunció el ceño y se extrañó aún más cuando escuchó la petición de su antiguo tutor, que se marchó a la cocina forzando arcadas para poder vomitar. Le dio un abrazo antes de marcharse y agarró con cuidado la bolsa que le había preparado. Llegó a la portería, la abrió y esparció su contenido tanto en la silla como en el escritorio del portero. El hedor era insoportable. Luego salió corriendo como un adolescente tras haber hecho una gamberrada.

***

Jorge Mendizábal ...