1. Con mi consentimiento


    Fecha: 08/05/2019, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos

    ... íbamos por la tercera botella de vino, cuando mi mujer, muy desparpajada, empezó a acariciar la pierna izquierda de Rodolfo, quien estaba sentado a su lado derecho, preguntándole sobre sus amigas, sus conquistas, sus novias, con lo cual el nivel de la conversación y la tensión sexual que se percibía en el ambiente aumentaba. El muchacho le seguía la corriente a mi mujer y aprovechaba para coquetearla, no sin dejar de mirarme como pidiendo mi permiso para hacerlo. Yo simplemente le guiñaba el ojo, como enterándole que la dejara hacer a ella su santa voluntad.
    
    Las manos de mi mujer, inquietas, pronto pasaron de acariciar la pierna del muchacho a frotar su miembro por encima del pantalón. Era notoria la erección que la situación y las caricias de mi mujer estaban provocando en él. Y en esa dinámica, así, de repente, mi mujer me dice, oye, amor, ¿me permites un regalito? ¿Qué será? devolví la pregunta. Y ella, masajeando con intensidad el miembro de Rodolfo, contestó, un pedazo de carne que me tiene provocada. Este… dije yo… no sé… ¿Qué pensará este muchacho? Pero en mi condición de cornudo consentidor, ya sabía lo que iba a suceder y que aquello no tenía reversa.
    
    Entonces ella, audaz, y muy oportuna, dirigiendo la mirada al muchacho, le preguntó, directo y sin rodeo alguno, ¿te gustaría que te lo mamara? El joven me miró y dijo, yo no tengo inconveniente, señora, si usted gusta, yo se lo permito. ¿Ya ves? Me dijo ella, como dándome a entender que aquello era posible. Bueno, le dice ella al muchacho, facilítame las cosas. Entonces, él, levantándose de su puesto, se coloca frente a ella y se baja los pantalones, dejando a la vista su gran miembro que, para ese momento, no estaba del todo erecto.
    
    Mi mujer lo toma entre sus manos, lo masajea de arriba abajo y, mirándome nuevamente, me dice, este va a ser mi regalo de cumpleaños. ¿Estás de acuerdo? Solo atiné a fruncir mis hombros, dando a entender que no me importaba aquello. Así que ella, sin oposición de mi parte, procedió a llevarse a la boca el pene de aquel hombre y empezar a chuparlo con mucha dedicación. Con una mano acariciaba sus bolas mientras que con la otra masajeaba el tronco del miembro masculino que, entre chupada y chupada, bien pronto empezó a crecer y endurecerse.
    
    Ella fascinada con la sensación de sentir como ese miembro se endurecía, lo masajeaba con mayor intensidad. El muchacho estaba, al parecer, dichoso con el tema y evitaba mirarme, cerrando sus ojos. Señora, decía, lo mamas muy rico, con lo cual mi esposa se animaba a continuar su tarea, concentrando su lengua en lamer circularmente el glande de aquel hombre, que disfrutaba a placer las maniobras de ella, quien, de cuando en cuando, volvía a tomar un sorbo de su copa de vino para continuar con su labor. El, en contraprestación, solo se limitaba a acariciar su cabeza, guiándola de a poco para que sus mamadas fueran más y más profundas.
    
    Pasado un largo rato, ella se detuvo. Y, mirándole sonriente le preguntó, ¿te ...
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