Soy una buena chica - Relatos Eróticos

Soy una buena chica

... más lejos que se pudiera y tal vez ese fuera el truco que los prófugos estaban intentando.

La voz del líder me saco de mis pensamientos:

- ¿Nadie más tiene hambre? – sus compinches asintieron - ¿Cómo te llamas niña? – Dijo dirigiéndose a mi.

- Blanca – respondí en apenas un hilo de voz.

- No tengas miedo chiquilla, ya has visto que somos gente razonable si os portáis como es debido ¿Qué tal se te da la cocina?

- Mal – respondí casi seca, pero haciendo honor a la absoluta verdad.

Estalló en carcajadas, que no tardaron en ser secundadas por los otros dos. El más joven, al que llamaban “chaval” no dejaba de recorrerme con la mirada.

- Pues nos tendremos que apañar con lo que prepares porque está claro que estamos caninos, si no mira a nuestro amigo que solo con mirarte se relame.

Quiero pensar que es un chiste, uno malo, porque vuelven a romper en risas. A Sergio no parece hacerle mucha gracia y os podéis imaginar que a mi menos.

- Anda cielo mueve ese culito y mira a ver que puedes prepararnos, y tú – dijo dirigiéndose al más joven – ¡vale ya coño! Que me estás dando grima a mi ¿No ves que es mucha chica para ti? Jajaja, con una hembra así no duras ni 3 minutos.

Aprovecho el jolgorio de los dos asaltantes de mayor edad y las quejas indignadas del mas joven para ir a la cocina, lejos de su presencia, a preparar algo de comida. Tonta de mí, pienso que si tienen el estomago lleno estarán de mejor humor.

Casi puedo sentir varios pares de miradas en mi espalda cuando paso al salón camino de la cocina acompañada de una advertencia de no hacer nada estúpido.

En la concina me centro en preparar algo de picar, nada complicado: unas aceitunas, unas patatas fritas, unos encurtidos….

Lo amontono en una bandeja junto con varios refrescos, en un ataque de lucidez considero que el alcohol no es buena idea servírselo y vuelvo nerviosa haciendo tintinear todo en precario equilibrio.

Cuando vuelvo al patio, Pablo se había sentado en la tumbona que antes ocupaba yo misma, “largo” y “chaval” discutían por ver quien se hacía con la manoseada baraja de cartas que hay sobre la mesa.

Dudo sobre donde apoyar la bandeja, pero ellos, sonrientes, me indican que la lleve a la mesa. En cuanto apoyo las cosas empiezan a protestar: quieren cerveza.

Sergio me observa y observa como me miran, mientras yo ajena a sus miradas distribuyo los cuencos con las cosas y me llevo de nuevo la bandeja con los refrescos camino de la cocina.

- ¡Hace un calor que te torras!

Oigo comentar entre risas cuando ya estoy entrando de nuevo al interior de la casa. No me demoro en volver con tres botellines que entrego ya abiertos, uno a cada uno de nuestros captores.

No tardan mucho en apurar las primeras cervezas sin apenas tocar la comida. Ni me ha dado por sentarme cuando me piden que traiga otra ronda. Cumplo con lo que piden, dispuesta a seguir siendo una “buena chica”

Después de ir por segunda vez a por cervezas, decido sentarme en un ...