1. Soy una buena chica


    Fecha: 27/04/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Blanca33, Fuente: TodoRelatos

    ... veo haciendo determinadas cosas. Él lo sabe, me respeta y le adoro por ello, aunque es evidente que le encantaría vencer esas pequeñas reticencias mías, algo que yo misma espero que ocurra, aunque sé que no será un camino fácil y que no ocurrirá de la noche a la mañana.
    
    Le oigo suspirar y me susurra sensualmente:
    
    - Mi niña, no te imaginas lo mucho que me pones y todo lo que te quiero, porque si no fuera porque te adoro… bufff, la de cosas cochinas que te haría.
    
    No puedo evitar reírme:
    
    - ¡Anda bobo! ¡Si eres un sol! No serías capaz de hacerme nada de eso que piensas sin que yo te lo pidiera, jajaja. Te quiero por como me respetas y por lo sexy que me haces sentir… entre otras cosas – y aprovecho para tirarle un beso desde la tumbona.
    
    En un gesto sobreactuado, se sumerge expulsando el aire y produciendo un montón de burbujas. Lo que me hace sonreír aún más ¿Cómo no adorarle?
    
    ¡Que calor hace! Siento mi piel húmeda de calor pegándose en mi bañador y decido premiar su paciencia conmigo con algo de beber, así que antes de que acabe de hacer el payasete, me incorporo y comienzo a ponerme una falda corta de clip vieja que ya solo uso para la piscina y la playa.
    
    - ¿Dónde vas cielo? – Me pregunta quitándose el agua de la cara con su mano grande y fuerte.
    
    - Voy a por algo de beber ¿Qué te apetece?
    
    - Que no te pongas ese trapo y me dejes ver el culito que te hace ese bañador nuevo… Uhmmm
    
    Sonrío halagada mientras acabo de colocarme la falda en torno a la cintura, tapando mis nalgas expuestas por el culo a lo “brasileña” que tiene el bañador.
    
    Justo en ese momento suena el timbre.
    
    - ¿Esperas a alguien? – Le pregunto intrigada.
    
    - No, que yo sepa ¿Vas?
    
    - Si, claro.
    
    Sin siquiera ponerme las sandalias entro en el salón y cruzo la habitación hasta la entradita, ya fuera de la vista desde el patio, aprovecho para hacerme una coleta en mi pelo largo, liso y castaño como mis ojos, con una goma que suelo llevar en mi muñeca.
    
    Me miro por rutina en el espejo de la entrada y abro la puerta.
    
    - ¡Hola! Perdona que te molestemos bonita
    
    Miro con cierta sorpresa a tres hombres de mediana edad, en mono como de mecánicos, que me observan al unísono en cuanto abro la puerta.
    
    - Hola ¿Qué querían? – digo por puro formalismo.
    
    - Pues verás, trabajamos en una obra aquí cerca y necesitamos comprobar una cosa de tus contadores del agua.
    
    El que me habla es un hombre delgado pero alto, calvo, como de metro noventa, moreno y con barba de varios días, no es el más joven de los tres, pero tampoco el mas mayor.
    
    A su izquierda, y un poco por detrás, un chico más joven, bajito, como de unos 20 años me mira nervioso, volviendo frecuentemente la vista a la calle, como vigilando la llegada de alguien o algo.
    
    A la derecha del que me habla un hombre bastante mas mayor que los otros, pasados los cuarenta y alguno, diría yo, pelo lacio y como engominado, mentón duro, mirada seria, casi diría impaciente, sin quitarme un ojo de ...
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