Soy una buena chica - Relatos Eróticos

Soy una buena chica

... cadera, y las subo directamente a mis tetas.

Las apresa al instante, las siente mullidas y esponjosas, firmes y tremendamente apetecibles, aun a través el bañador en la palma de su mano. El tacto de sus manos dispara mis pezones, tal vez no fue tan buena idea, comienzo a sentir pequeños latigazos de placer apoderarse de mi pecho.

Justo cuando voy a apartarle las manos de mis sensibles y ya excitadas tetas, veo que su boca forma una forma perfecta de O y empieza a mugir con un estertor sordo y prolongado, levantando su culo de la tumbona, alzándome con tremenda facilidad y lanzando una oleada de calor y humedad relativa entre mis muslos.

¡Lo he conseguido! He conseguido que se corriese justo a tiempo, debo tener mucho mas cuidado, me he pasado de lista y he estado a punto de estar en una situación comprometida.

Me levanto de encima suyo, evidenciando de una mirada que su bóxer esta empapado en su propia corrida, con una confusa sensación de triunfo y frustración en mi cuerpecito.

Aliso en un gesto coqueto y de suficiencia la falda que aun protege de miradas indiscretas mi trasero. Creo percibir orgullo y alivio en la mirada de mi amor cuando le guiño un ojo para trasmitirle seguridad. Y me vuelvo a por mi última víctima. Uno más y seríamos libres.

Le miro, desnudo, impasible. Su miembro aun en reposo ¿de verdad no le ha afectado lo más mínimo todo ese espectáculo? Tengo que tener cuidado, empiezo a sospechar que hay trampa en este trato ¿Será impotente o algo así? ¿Habrá algún condicionante que desconozco que impida que se corra y estaré dando placer sexual a dos desconocidos para nada?

No, no puedo rendirme ahora, pero tengo que ser lista, tengo los pezones duros y sin duda estoy excitada un poco, aunque no me explico como mi cuerpo puede reaccionar así a algo tan violento. Necesito ganar tiempo y estimularle a la vez, sin repetir lo hecho anteriormente, sin perder la dignidad, sin dejar que me mancille.

Y de pronto entiendo cómo conseguirlo.

Con un gesto deliberadamente provocador, desabrocho mi faldita, cayendo directamente al suelo. El muy cabrón se me sonríe, al ver mis piernas al desnudo y el triangulo del bañador blanco en delicioso vértice perderse entre mis muslos.

Camino resuelta hasta él y me giro, ofreciéndole un primerísimo plano de mis nalgas, blancas, exquisitas y suaves.

- ¡Uhmmm que preciosidad! – le oigo murmurar

Contoneo mis caderas delante de su cara, tratando de hipnotizar con la mera visión de mi culo su mente. No paro de mirarle por encima de mi hombro, observando si hay alguna reacción en su anatomía que me ayude a confirmar si todo es una trampa o si al final el tampoco es inmune a mis encantos.

Creo percibir un pequeñísimo estremecimiento en su gordo miembro en reposo. Así, incluso dormido, ya es tan largo como el de mi amor y sensiblemente mas gordo. Uff, no sigas por ahí Blanca ¡céntrate! De nada le va a servir, aunque tuviera un cañón.

Contenta por verificar que su polla ...