Soy una buena chica - Relatos Eróticos

Soy una buena chica

... dejar en tu mano, nunca mejor dicho, la posibilidad de que todo esto acabe en unos minutos – Se queda callado mirándome con ojos intrigantes.

No soporto mas la intriga, estoy cansada de que jueguen conmigo, esta vez soy yo la que rompe el silencio:

- ¿Qué quieres decir? Dilo ya.

Su sonrisa es tan ladina como cautivadora.

- Ya te habrás percatado que estamos un poco ¿Cómo decirlo? Faltos de afecto. Mi propuesta es sencilla y al final nos dejará a todos complacidos, espero, jajaja.

Sus compinches sonríen por lo bajo, pero no les hago caso.

- Este es el trato: tendrás que hacer que los tres nos corramos. Antes de que digas nada, podrás hacerlo a tu manera, por el medio que tu quieras, si lo consigues, siempre que sea distinto con cada uno de nosotros nos iremos, sí, te doy mi palabra de que recogeremos algo de comida, algo de ropa de tu novio para nosotros y nos iremos sin haceros daño alguno ¿Qué me dices?

No sé que es mas increíble, la propuesta, la oportunidad o la promesa. Miro a mi novio confusa, también él lo está. Como yo, seguro que su cabeza trata de valorar si podía confiar en la promesa de un fugitivo, y de ser así, es que si fuera así… realmente si es así puedo acabar con este infierno en pocos minutos. Soy capaz ¡Claro que soy capaz de hacer que estos cabrones se corran! Llevan meses si no años sin estar con una chica y yo, yo puedo conseguir que se vayan

- Acepto – digo decidida, sin saber si han pasado segundos o minutos desde que me hiciera la propuesta.

La cara de sorpresa de todos, incluida la de Pablo hace que piense que a penas ha pasado un instante, lo que podría hacerme pasar por desesperada, pero me da igual, en mi cabeza solo existe ahora mismo el firme objetivo de “echar” de casa de mi novio a estos malnacidos.

- Empezarás por él – Indica Pablo mirada de reconocimiento hacia mi por mi valentía, señalando al más joven.

El chaval se había puesto de nuevo los boxer, en parte por vergüenza, en parte por bajarse la calentura. Sin dudarlo me acerco a él decidida y retomo mi posición de rodillas entre sus piernas. Esta vez soy yo la que le baja la ropa interior.

- ¡Eh, espera, no vayas tan direct…. Ohhmm mjoderrr! – empieza a decir el mas joven cuando mi mano ya abarca todo el contorno, con todos mis deditos su polla aun lo suficiente dura y sensible.

Comienzo a pajearle en serio, con intensidad, a un ritmo rápido y sin piedad, su glande babea de nuevo, empapando la palma de mi manita, lubricando naturalmente la operación. Solo se le oye a él y el “zap, zap” de mi mano masturbando su polla.

- ¡Joderr, me estas ordeñando cabronaaa! – gimotea casi con voz de niño mientras mi devastador ritmo hace que incluso yo me cimbreé con energía.

Puedo notar el súbito encogimiento de sus huevos, cuando en medio de jadeos y maldiciones su polla se hincha y empieza a escupir un rio de semen espeso y maloliente en mi mano. Por suerte me he percatado de su corrida y contengo la presión en torno a su polla ...