1. Mi odiosa madrastra, capítulo 11 + epílogo


    Fecha: 27/04/2019, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... cuando, rendido, abrí la boca y empecé a masticar el bocado. En ese momento me di cuenta de que además de la enorme atracción física que sentía hacía ella, esos gestos cuasimaternales que tenía por momentos, me desarmaban por completo.
    
    — ¿Te gusta? —me preguntó.
    
    Por toda respuesta, asentí con la cabeza. Nadia agarró otro poco de pastel de papa, y me lo llevó a la boca. Mastiqué despacio, porque quería extender ese encuentro todo lo que podía. A pesar de que aún me mantenía altivo y orgulloso, no podía negar que me encantaba que haya ido a llevarme comida, y más aún, que se mostrara preocupada por mí. Ella me miraba atentamente mientras masticaba y tragaba. Me acercó el vaso de vino, y bebí un trago. No hubo palabras, sólo el sabor riquísimo de la comida mezclada con el vino dulce, y las caricias tiernas de mi madrastra.
    
    — Quiero decirte algo, y espero que no te enojes —dijo, mientras me acercaba otro bocado—. De hecho, es posible que te lastime, pero quiero que sepas que es lo último que quiero hacer —aclaró después, generando un suspenso que me pareció innecesario.
    
    — Decilo de una vez —dije, intuyendo por dónde venía la mano.
    
    — Esta semana me voy —largó ella.
    
    Por una vez me hubiera gustado que no me hiciera caso cuando le exigía algo. La frase cayó como un balde de agua fría. Fue demasiado directa y concisa. Aunque tampoco puedo negar que, aunque la hubiese adornado con un montón de palabras bonitas, la realidad no iba a cambiar. Nadia se iría. Me dejaría sólo. Se me cruzó por la cabeza recriminarle el hecho de que unos segundos antes de que empezáramos a coger me había prometido que no se iría. Pero eso ni siquiera era verdad. Sólo había dicho que se lo iba a pensar. Eso era todo.
    
    — Quizás es lo mejor —dije—. De hecho estoy seguro que es lo mejor —agregué después.
    
    Era cierto que pensaba eso, pero no por ello era menos doloroso. Sin embargo, a pesar de la mala noticia que me estaba dando, el momento de intimidad que estábamos teniendo no dejaba de ser algo agradable.
    
    Nadia me miró con una expresión que reflejaba un enorme orgullo.
    
    — Me alegra ver que estás madurando —dijo—. Y sobre lo nuestro… Fue muy lindo, pero… no creo poder darte lo que vos necesitás.
    
    — Y qué es lo que yo necesito, según vos —quise saber.
    
    — Alguien con quien tener una relación estable —respondió—. Yo un día puedo tener muchas ganas de acostarme con vos, pero después puedo estar una semana sin querer nada. Además… —dejó en suspenso la última frase. Parecía que no se animaba a decirla.
    
    — Además ¿qué? —pregunté.
    
    — Además, quizás quiera estar con otros hombres.
    
    Cuando dijo esto dejó de acariciarme la cabeza, como si las palabras hubieran sido tan duras que ese gesto ahora parecería una burla acompañada de aquella daga que me acababa de clavar.
    
    Ciertamente fue muy duro escucharlo, pero era algo previsible. Por otra parte, me daba cuenta de que había otra cosa que no me quería decir. Desde que tuvimos relaciones sexuales, no habíamos ...
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