1. Mi odiosa madrastra, capítulo 11 + epílogo


    Fecha: 27/04/2019, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    Estaba descubriendo que el sexo era como la comida. O al menos el sexo con Nadia era así. Uno podía comer el más delicioso manjar, y sentirse totalmente satisfecho. Pero al otro día, en algún momento querría volver a comer. Con Érica nunca me había pasado eso.
    
    Pero mi madrastra había sido muy tajante al respecto. No habría una próxima vez. Realmente no lo entendía. Si la habíamos pasado muy bien. Por fin habíamos dejado de lado cualquier prejuicio que nos impedía gozar. Incluso yo me había expuesto a hacer lo que desde un principio consideré no solo inmoral, sino totalmente contrario a mis principios: cogerme a quien hasta hacía muy poco tiempo atrás era la mujer de mi papá.
    
    Por suerte, la larga sesión de sexo que habíamos tenido me dejó completamente exhausto, por lo que, a pesar de tener mi cabeza otra vez sumida en la confusión, y de que mi verga pedía al menos un polvo más, una vez que me tiré a la cama, en cuestión de unos minutos caí en un dulce sueño, para despertarme doce horas después.
    
    Cuando salí de mi habitación, sentí el rico olor de una salsa. Fui hasta la cocina. Nadia estaba revolviendo la olla. Vestía un diminuto short de jean, y llevaba un delantal. Me alegró ver que había vuelto a usar sus prendas sugerentes. Esa era una buena señal. Los buenos tiempos habían regresado, o al menos eso me parecía. Nadia ya no me negaba el deslumbrante paisaje que era su cuerpo. Me dieron unas tremendas ganas de pellizcarle el culo mientras cocinaba. Pero recordé sus palabras de la noche anterior: “No va a haber próxima vez”, había dicho, tirando abajo cualquier fantasía que me había empezado a hacer.
    
    No obstante, el instinto me hizo imposible detenerme. Me acerqué a ella, y la agarré de la cintura. Me arrimé, hasta que mi pelvis se apoyó en sus nalgas. Olí su cuello, que tenía un rico perfume que se mezclaba con el de la comida.
    
    — Buen día. ¿Dormiste bien? —dije, para luego darle un beso en el cuello. Mis manos se deslizaron lentamente hacia abajo, para agarrar, de una vez, ese par de nalgas que tanto me apetecían. Las estrujé, sintiendo cómo mi verga ya empezaba a hincharse, y le di otro beso.
    
    Nadia giró y me miró fijamente. Tenía una sonrisa que estaba cargada de ironía, y sus ojos expresaban incredulidad.
    
    — León. No somos novios. No hace falta que actúes así —dijo—. Es más —agregó después—, te pido que no actúes así.
    
    La solté, decepcionado. Además, si seguía unos segundos más manoseando su hermoso orto, no iba a poder contenerme e iba a hacer algo por lo que me ganaría su desprecio.
    
    — Ya sé que no somos novios —aclaré—. Pero no pensé que la cosa iba a ser así. ¿Cogemos toda la noche y al otro día hacemos de cuenta que no pasó nada? No sé, se me hace raro.
    
    — No estamos haciendo de cuenta que no sucedió nada —dijo. Pareció recordar que la olla aún estaba en el fuego. Se dio vuelta para apagar la hornalla, y siguió diciendo—: De hecho, es imposible, porque ambos sabemos qué fue lo que sucedió —explicó ella—. Pero que ...
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