1. Mi odiosa madrastra, capítulo 11 + epílogo


    Fecha: 27/04/2019, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... sobre. Me llamó la atención el hecho de que usara el mismo vestido del que yo la había querido despojar la vez anterior.
    
    —¿Y seguís viviendo con Tamara? —pregunté, mientras nos sentábamos en el sofá.
    
    Esta vez Nadia me aceptó una birra. Pensé que se sentaría en uno de los sofás individuales, por temor a que estando tan cerca de mí, yo empezara a manosearla. Sin embargo ahí se quedó. Hasta podía sentir el rico perfume de su cuello.
    
    —Y ¿Estás saliendo con alguien? —pregunté.
    
    —No, con nadie en particular —dijo ella.
    
    —Pero te estás viendo con alguien —afirmé yo, pero inmediatamente me arrepentí de mis tontas palabras—. Perdón. Claro que te ves con alguien. Debés tener una fila de tipos que quieren salir con vos.
    
    —No sé qué pensarás de mí, pero no soy una mujer que ande cogiéndose a todo hombre que se le cruza solo porque puede hacerlo —dijo ella.
    
    —Bueno, en eso tenés razón. Hay muchas cosas que no sé de vos —afirmé.
    
    —Sólo estoy con quien me haga sentir bien —dijo ella.
    
    —¿Entonces no te sentiste bien cuando estuviste conmigo? —pregunté.
    
    —Qué tonterías decís a veces. Si no me hubiera sentido bien, no habría estado dos veces con vos —dijo.
    
    —Pero nunca volvimos a coger —le recordé.
    
    —¿Seguís siendo tan posesivo como antes? —preguntó.
    
    —Si por posesivo te referís a que no me gusta que se cojan a la mujer con la que cojo… sí, sigo siéndolo —respondí.
    
    Nadia soltó una carcajada.
    
    —De todas formas, casi no me escribís —dijo ella—. Para serte sincera, pensé que te ibas a convertir en un pesado más, y te aseguro que de esos tengo un montón. Al final, sos más maduro que la mayoría de los hombres que conozco. Y todos son bastante mayores que vos.
    
    —Así que ya no pensás que soy un niño —dije.
    
    —Sólo a veces lo sos. Pero supongo que todos lo somos.
    
    Se puso de pie frente a mí. El movimiento que hizo fue muy veloz. De un momento para otro, el vestido terminó cayendo al piso. Nadia aparecía con una ropa interior blanca. La agarré de la cintura y la atraje hacia mí. Le di un beso en el ombligo. Miré desde abajo su rostro. El pelo rubio le caía hasta llegar a rozar mi hombro. Agarré el elástico de la bombacha y tironeé hacia abajo, hasta que quedó a la altura de los talones. Acaricié su pelvis. Estaba depilada. Recién depilada.
    
    —¿Lo hiciste por mí? —pregunté.
    
    —Qué egocéntrico —respondió ella—. Pero sí, lo hice porque sabía que íbamos a coger —aclaró después.
    
    —Me parece que la egocéntrica sos vos —dije.
    
    —¿Entonces me equivoqué? ¿Querés que me vaya? —preguntó ella, con una sonrisa malvada.
    
    Por toda respuesta, enterré mi cara entre sus piernas.
    
    Nadia me visitaba todos los meses, para llevarse el sobre. Otras tantas aparecía solamente para tomar unas cervezas, o alguno de los vinos que había dejado papá —aunque ya quedaban pocos—. A veces tenía ganas de hacer el amor, a veces no. Me gustaría decir que me di el lujo de ser yo el que la dejaba con la calentura sin poderla desahogar, pero lo cierto es que ya no ...