1. El rayo verde


    Fecha: 10/03/2019, Categorías: Dominación / BDSM Autor: AmoMuyEstricto, Fuente: TodoRelatos

    Viernes, 15 de julio
    
    La mano de Vika seguía acariciando su sexo dentro de su braga, única prenda de su tan escueto pijama, mientras su brazo izquierdo hormigueaba por soportar el leve peso adolescente. El brazo dormido despertó a la nínfula durmiente. Se desperezó con energía y sueño a la vez, como amanece la juventud. Su nariz quiso oler aquel dedo que tanta satisfacción le había proporcionado y había encontrado en su sexo su hogar más confortable. Le encantó el aroma que desprendía a sus propios deseos y recordó las extraordinarias nuevas sensaciones de la noche anterior. Había tenido los primeros orgasmos de su corta vida y aún estaba fascinada por el placer obtenido. Volvió a tocarse todos los pliegues de su sexo, a pensar en aquellos chicos de la playa, en el piercing del clítoris de Muriel, en su madre jadeando conmigo,... La magia del orgasmo tardó poco en aparecer de nuevo, esa descarga hasta hace poco desconocida, y continuó hasta conseguir correrse otra vez en pocos segundos. No quería parar, pero estaba exhausta, así que permaneció inmóvil un rato más en la cama. Aún así esta vez no le bastó comprobar el olor de sus dedos y quiso probarlos. Un sabor dulce y salado, amargo y fresco inundó su boca.
    
    Al cabo de media hora, se levantó de la cama y abrió la ventana. Se maravilló de todo ese sol de España que entraba por la ventana desde primera hora del día, aunque cegara sus ojos desacostumbrados. Se dirigió a la cocina. Le hubiera gustado ver a su madre en el desayuno, pero al ver a Muriel vestida de verano, o simplemente desnuda, se le dibujó una bonita sonrisa con hoyuelos en su cara de muñeca. Muriel se había convertido en un referente para Vika, casi una hermana mayor con la que siempre soñó y que nunca tuvo. Muriel le indicó dónde estaban el pan y la leche, la taza y la cuchara. Aunque Vika era muy independiente para su edad, agradeció esa pequeña ayuda para prepararse el desayuno en su nueva casa grande.
    
    El teléfono de Muriel volvió a sonar y vibrar mientras Vika recuperaba fuerzas de la noche y el viaje. Muriel lo cogió preocupada: una nueva llamada de Maui. La exangüe rubia reunió las escasas fuerzas que le quedaban y solo pudo balbucear dos frases:
    
    -¡Ven, por favor! ¡Ven a por mí!
    
    Muriel, preocupadisima, quería hacerle un millón de preguntas. La interrogó infructuosamente sobre qué pasaba, dónde estaba, qué había ocurrido. Como si fuera culpable, Maui actuó como un acusado en un juicio e hizo del silencio su inútil defensa, ninguna respuesta, solo sollozos.
    
    -Salgo hoy para Barcelona -zanjó Muriel.
    
    Maui cortó la llamada. La decisión estaba clara, tenía que ir a rescatar a su amiga, pero Barcelona estaba algo lejos y no se iría sin pedirme permiso. Yo tenía el teléfono en silencio. A la tercera llamada perdida de Muriel, llamé desde el hospital.
    
    -¿Qué pasa, Muriel? -pregunté extrañado, Muriel nunca me había llamado al trabajo.
    
    -Amo, tengo que viajar a Barcelona. Maui me necesita, no sé qué le pasa, pero ...
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