Doña Marga, la Disciplinadora. (cap. 1) - Relatos Eróticos

Doña Marga, la Disciplinadora. (cap. 1)

... si necesitamos algo te llamare, dijo Doña Rosa.

Te parece Margarita si nos tuteamos, al fin y al cabo espero que seamos muy buenas amigas y entre tú y yo que estamos en la misma escala social no tenemos por qué guardar protocolo alguno, ambas somos muy educadas y respetuosas.

- Me parece muy bien Rosa, también espero que seamos buenas amigas, me puedes llamar Marga.

- Gracias Marga, no te preocupes que soy muy seguidora y amante de los protocolos y el resto de gente a mi cargo te seguirá respetando como lo que eres y te dará el trato que debe dispensarte.

- Es algo que personalmente agradezco mucho.

- Me ha entusiasmado tu demostración Marga, ya te lo he dicho pero no me cansare de repetirlo, hacia mucho que no se despertaban en mi ciertos instintos y tú lo has logrado con el manejo que tienes de todos los instrumentos.

- Muchas gracias Rosa, eres muy amable y me agrada que alguien aún se fije en detalles, yo personalmente lo disfruto mucho y trato de mejorar cada día.

- Se nota que lo disfrutas Marga, ha sido un fallo mío el no haberlo pensado antes pero cualquiera de estos, incluso el perrito que te han puesto que es de mi hija te podía haber aliviado, algo necesario tras una sesión de disciplina.

- Tranquila Rosa, cuando llegue a casa mi esclavo se ocupará de ello, pero me gusta que pienses así, a la antigua usanza de las sesiones de disciplina.

- A que te refieres Marga?

- A que tras una sesión de disciplina siempre está el agradecimiento y después el alivio de la Disciplinadora, algo que le corresponde al castigado.

- Si es cierto, así pienso y así me ha gustado siempre que sea, son actos muy excitantes y como tales necesitan de sus procesos.

- Así es Rosa, así me enseñaron.

- Tuviste buenos maestros o maestras.

Bueno, déjame que te comente lo que quería decirte, algo muy personal que espero entiendas y que te sientas libre de decirme lo que piensas o las dudas que se te puedan plantear.

- Dime, que ya me tienes es ascuas.

Rosa hizo un gesto y Patricia entro y les sirvió otra copita de licor, enseguida se retiró.

- Bueno, como imaginaras por lo que has visto ya, tengo mucha gente a mi cargo, todos me pertenecen y me gusta que sea así, no estoy dispuesta a renunciar a nadie, es más, en esta época de mi vida, ya madura, aun deseo tener más, pues últimamente me atraen mucho las perritas jóvenes y los perritos sissys, ya sabes.

Después de verte aplicar disciplina he pensado que tenía que ofrecerte el que dispensaras disciplina a mi gente tranquilamente, ordenadamente, pero de manera contundente como he podido comprobar que entiendes el castigo.

Todos ellos lo necesitan, yo también, pues he disfrutado mucho de ver como lo haces, no he sentido la necesidad de hacerlo yo y me ha resultado muy gratificante y placentero desde mi privilegiado puesto de observadora.

Quien más lo necesita es mi amado marido, esclavo mío desde el día de nuestra boda, el pasa mucha falta de recibir sus azotes, ...